Hector Brea (D. Libre, 2-7-16)
El 3 de julio del año en curso, mi lar nativo de Mao, provincia Valverde, conmemora una gesta de acrisolado valor patrio, la batalla inmarcesible de La Barranquita, en la cual la soberanía nacional se puso en juego ante las huestes invasoras de la primera Ocupación Norteamericana de 1916, donde el valor y arrojo de los nuestros, compitió con un ejército avasallante, dadas las diferencias de armamento y en número de militares de ambos frentes, pues fue una lucha desigual entre nuestro país muy pobre, contra la poderosa hegemonía del imperio de los Estados Unidos.
Fue en las libérrimas llanuras de Guayacanes, donde se escenificó ese encuentro bélico motivado entre otras razones por la anarquía que había en el país tanto económica como política, luego de la renuncia del presidente Juan Isidro Jimenes, y su ruptura con el general Desiderio Arias. El ejército de ocupación arribó por distintos puertos, pero el enfrentado en Guayacanes venía procedente de Montecristi, tomando el mismo camino que José Martí en circunstancias diferentes, dos décadas antes, para unirse con Máximo Gómez junto a otros dominicanos y libertar a Cuba del Imperio Español.
El 25 de junio se rumoró la salida desde Montecristi de las tropas invasoras hacia Santiago con el propósito de ocuparla y desde allí controlar todo el Cibao. Inmediatamente fue convocada una reunión en el edificio de Correos, para decidir la salida a los” voluntarios” que harían frente a las huestes intrusas en un lugar estratégico como La Barranquita, promontorio que se eleva incólume, impertérrito, en la carretera que une a Mao con Guayacanes.
El encuentro desigual fue entre 80 dominicanos con 50 carabinas usadas en pasadas revoluciones y unos 2,000 tiros o balas conseguidas por el general Carlos Daniel, además un Máuser de 6 tiros, brogoses de un disparo y vegas haitianas. Los norteamericanos eran en promedio 400 marines, con ametralladoras, cañones y fusiles modernos para la época, bien alimentados y pertrechados, venían en camiones militares y a caballo.
El Batallón “Entre Ríos”, compuesto por unos 80 hombres maeños y linieros, comandado por el General Carlos Daniel, fue la atalaya que obstaculizó el avance de los invasores hacia Santiago, sin dejar de rendir su cuota lúgubre de sacrificio, pues se trató prácticamente de una inmolación, ya que murieron unos 26 hombres, entre ellos el Capitán Máximo Cabral, su pariente Agustín Cabral, Francisco Peña (Pancho), quien había sido sobreviviente de las gestas restauradoras del 1863, Isaías Gutiérrez, Braulio Cabral, Belarminio y Luis Rodríguez (hermanos), y entre los sobrevivientes estaban: Carlos Daniel, Juan Infante, Enerio Disla, Máximo Muñoz, Luis Disla, Antonio Lozano, Alfredo Chávez Báez, (hijo de Pedrito Chávez), Luis Rodríguez, Magdaleno Zapata, Pío Villalona, Francisco Gutiérrez (Panchito) y Demetrio Frías, quien tuvo la osadía de volver al lugar de los hechos, y entre cadáveres y escombros humeantes, rescató la bandera nacional.
Cabe destacar el rol jugado por los hermanos Don Rafael Madera (Feso), síndico municipal a la sazón, y Don Luis Madera, quienes recogieron los heridos y cadáveres de los mártires, para llevarlos a Mao, y hacer lo que procedía en ambos casos.
La eximia maestra santiaguera, Señorita Ercilia Pepín, dijo: “Ellos fueron sacrificados pero jamás vencidos, pues su martirologio fue la tea que encendió la llama de la desocupación “.
Reverendo Eliseo Emilio Echavarría:
Nació en Sto. Dgo el 28 de noviembre de 1861, y fue presbítero en Mao en 2 ocasiones: desde el 7 de diciembre de 1912 al 7 de enero del 1913 y luego desde el 5 de marzo de 1915 hasta 1917. Sintió amargamente la intervención que sufría nuestro país, algunos le vieron llorar de tristeza y dolor por saber que en esos momentos su tierra estaba siendo humillada por extranjeros. Él fue un orientador singular en ese aciago período de ocupación norteamericana. Un “Montesinos” de nuevo cuño, ya que arengaba tanto en sus homilías, como desde la glorieta del parque Dolores, y desde el balcón de su casa, en pro de la defensa de la soberanía nacional.
“Juventud dominicana: no permitáis que las botas y el fusil del vecino país de Norte América vengan a pisotear nuestro suelo patrio, porque sería bochornoso, como también una gran vergüenza a la soberanía nacional”.
Cuando se supo la noticia de la ocupación, sugirió al ayuntamiento municipal que la bandera nacional fuera enhestada a medias, con negros crespones en señal de duelo, dice “El Diario”, de Santiago, en su página 3 de fecha 8 de junio de 1916.
En sesión solemne, extraordinaria, la Honorable Sala Capitular del Cabildo de Mao, presidida por su presidente Don Efraín Reyes Reyes, declaró de duelo el municipio, mientras permaneciese ocupado nuestro suelo.
El autor es miembro de los Comités de Historia y de La Barranquita de Mao y escritor.