Nacionales Politica

Un Estado débil, sin soberanía por la delincuencia

Escrito por Debate Plural

¡Ya no podemos callar! Un Estado débil, sin soberanía

Diacono Dario Vargas (Listin, 30-3-17)

Me toca decir algo que ya no podemos callar, si somos ciudadanos responsables, a los cuales preocupa la situación general del país como padres de familia y como ministros de la Iglesia-Pueblo de Dios.

¿Ven ustedes la facilidad con que una persona mata a otra, como si fuera un insecto, y parece capaz de comerse luego un plato de comida como si nada hubiera ocurrido? ¿No recuerdan ustedes que todavía a principios del siglo a la gente le robaban pero sin matarla, y discutía sin que la cegaran las ganas de matar? ¿No ven ustedes la exaltación de ánimos con que anda el dominicano de hoy, la violencia verbal y física que se desborda? Es que no hay límite moral, no hay miedo a las consecuencias.

Vivimos en una sociedad en que cunde una gran desmoralización; y no de golpe, no de ahora mismo, sino como fruto de un proceso de años de desorden y de carencia de autoridad, con un régimen sin consecuencias ante el incumplimiento de los deberes, sin gobierno real.

El Estado dominicano es sumamente débil, comenzando porque perdió la soberanía nacional. No controla su territorio y el país es invadido impunemente por aire, tierra y mar, sin definición de estatus ni residencia, incluso sin ninguna identidad, con graves consecuencias en diversas áreas de la vida cultural y económica. Pero también alimenta la percepción de caos entre los ciudadanos dominicanos, que sienten que su gobierno está subordinado a poderes antinacionales, al conocido plan USA y aliados que pretenden robarnos nuestra soberanía y mostrarnos como incapaces de sostenerla. Y así la dignidad ciudadana, el respeto por la nación y sus instituciones, se desmoralizan.

Se desmorona la identidad del ciudadano con su Patria, con su historia. Y una persona que apaga su propia identidad, pierde una parte esencial de su alma que lo liga al alma nacional.Se percibe que el Gobierno lo permite por comodidad y conveniencia, para no distraerse ni ser molestado en su plan personal de sostén del Poder por el poder mismo, y realizar el sueño particular de ser recordado por algunas obras… Y en ese proceso, las Fuerzas Armadas y del Orden se convierten en algo vegetativo, medrando, sin trabajo fundamental, pese a que cuesta una gran tajada del presupuesto nacional. Parece que su misión principal es exhibirse con orgullo en los desfiles del Malecón.

Y si le agregamos que el Derecho es solo ejercido en gran parte para amparar a los violadores de la ley, y a los ostensiblemente corruptos y corruptores, un mal viejo que se profundiza a todos los niveles, entonces no hay fronteras para el delito común, que se siente impulsado, y a sus anchas, creando un estado de inseguridad creciente y de incapacidad para controlarlo. Todo ello en un medio en que hemos sido invadidos por culturas que promueven la vigencia de los antivalores contra instituciones fundamentales como la familia –atacada en vez de ser rescatada–, contra la vida de los más indefensos –en vez de ser los más protegidos–; y ello se enarbola como muestra de civilización, mientras los valores y las instituciones cristianas son promovidos como signo de atraso.

Pero eso refleja un movimiento de disolución social muy doloroso, que está sobrepasando los evidentes progresos que hemos tenido en diversas áreas como país. Es muy peligroso que una gran parte de la sociedad esté pensando en una dictadura como solución, aunque no haya dictador a mano.

Señor Presidente y autoridades nacionales, recuerden al Señor Jesús proclamando: ‘¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma?’ Y yo les diría: ¿De qué les servirán sus obras dejando al país con buenos proyectos, más luz, mejor apariencia e infraestructura, pero carcomida el alma de la Patria, sin soberanía, instituciones precarias, con la esperanza abatida, en pleno desorden de la vida nacional? ¿No es preferible la “impopularidad” presente por hacer lo que nunca se ha hecho, que la impopularidad en la historia por haber hecho peor de lo que antes se había hecho? Urge despertar y actuar en la dirección correcta como Estado soberano que protege el orden constitucional, auspicia la justicia y el funcionamiento de las instituciones, administrando el Bien Común con responsabilidad. Pero no en teoría y en atención a informes y voces complacientes.

Corresponde actuar a todos los poderes, a todas las instituciones, a todos los medios, a todos los dominicanos, comenzando por el señor Presidente, primero entre sus cercanos.

Pero ¡actúe pronto, por lo menos en tres frentes, en el orden lógico, comenzando por los más altisonantes! Y deje de hacer solo lo políticamente correcto para el Poder, haga lo políticamente correcto para el país, aunque rompa su molde de “zorro” por el resto de su período de gobierno. Establezca la gran revolución de la ley y el orden, de una vez por todas.

Mentiras sobre mentiras

Freddy Ortiz (Listin, 30-3-17)

Una de esas mañanas, en que la lectura de algunos articulistas y el escuchar a ciertos comentaristas convertidos en estropajos al servicio de la inmoralidad, hace inevitable el asomo de esa terrible sensación de impotencia, conversaba con un  amigo sobre la corrupción. En lo que pareció un viraje fruto de la rabia, le decía que, en la práctica, está muy enraizada la estructura que, no solo permite, sino que fomenta la corrupción. Que la profilaxis para cambiar eso, no es sencilla, dada su profunda penetración. Que si la corrupción ha venido ligada por tanto tiempo a nuestro sistema, ¿por qué darle la espalda, ya que parece ser mala solo cuando no nos toca la oportunidad? Que la moral tradicional no lleva necesariamente a la felicidad, al contrario, los requisitos que impone la sociedad moderna para alcanzar el triunfo, desprecian la moral.

Hombres de virtud negociable, capaces de subir al púlpito para defender supuestos principios e invitar a ser honestos y virtuosos, mientras pagan a “lavadores” públicos para que les proyecten una imagen maquillada de decencia, gustan caminar con mirada esquiva hacia el Altar de la Patria, sumándose a los que abusan de las ofrendas florales, gesto que perdió el valor que alguna vez tuvo. Al bajar de la tribuna o esconder la sonrisa de la foto, vuelven a convertirse en los lobos que son: hambrientos sin saciedad, devoradores del patrimonio ajeno y gozosos celebrantes de la impunidad que, como manta de salvación, protege a los de su clase.

Aunque el segmento de la sociedad que ya no cree en sus poses (ni en el bombardeo de falsas noticias lanzadas por un sistema de comunicación cuyo objetivo es “cosificar” a las masas), crece de manera abrumadora, pregunté: ¿Conviene hacerse el loco o el indiferente, abandonándose a la cuota de estupidez que a cada uno nos toca en este fallido sistema, o, por el contrario, ha sonado el clarín que llama a la lucha para erradicar esa modorra que nos ha sido impuesta como camisa de fuerza a través de años de mentiras sobre mentiras?

“Corrupción e impunidad”

Ricky Noboa (Listin, 30-3-17)

La lucha contra la corrupción y la impunidad es una aspiración de toda la ciudadanía, pero hay que señalar puntualmente que el poder judicial en nuestro país ha sido manipulado por los líderes políticos que han precedido al presidente Danilo Medina. Aquí todos sabemos quiénes tienen credibilidad pública para sumarse a esta lucha, quiénes han desfilado vestidos de verde pero con una conciencia negra, quiénes no se han parado a luchar frente al contrabando, al narcotráfico, a la extorsión, a la delincuencia de cuello blanco, al tráfico de blancas y mucho menos a personajes corruptores en materia de género. Es más fácil volcar esta lucha en el ámbito político, pasando el “borrón y cuenta nueva” y capitalizando políticamente lo que coyunturalmente les favorece en sus aspiraciones de alcanzar el poder.  Aquí llegará el momento en que recibamos el listado de Odebrecht, pero junto a ese reporte, también habrá que depurar el reporte de los que desde el sector público y privado han manejado con el perfil delictivo la mayoría de sus acciones comerciales y administrativas para lograr fortunas. Valoremos a los que han hecho familia y han levantado a sus hijos a base de honestidad y preparación académica, que no van a tragarse la magnesia por la leche, ni van a asimilar que debajo de la yagua no salgan los aclacranes. Es un momento importante de nuestra vida republicana donde a todos, sin excepción, les llegará la oportunidad de manifestarse en lo que no es una conquista de grupos, sino un sentimiento nacional.  En esta lucha el respeto es la base de su esencia para no meter en el saco a todos por igual, ni lacerar lo poco que nos queda de conductas ejemplarizantes.  Estamos inmersos en un proceso en el que se ha adulterado hasta la identidad del núcleo familiar donde ciertos medios están en manos de traficantes de la información, y lo más delicado, se han vendido con indiferencia los valores que nos dieron nuestra nacionalidad. Es hora de concertación para salir a un camino de luz donde todos tenemos la responsabilidad y el deber de aportar transparencia desde el Ejecutivo, hasta el más humilde ciudadano dominicano. Hay que poner el oído en esa clase media estrangulada por el flagelo corruptor, que con el sacrificio de su trabajo, ha tenido que solventar la gobernabilidad que todavía tenemos. Aquí no se puede vender honradez que no sea con la profilaxis debida de todos los sectores que han sido cómplices encubiertos de la mala práctica administrativa. Unámonos pues a todas las iniciativas tendentes a esclarecer las buenas prácticas en la repartición del patrimonio nacional junto a nuestro Presidente, portador de una gran prudencia.

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