“Nunca he hecho nada, salvo esperar delante de la puerta cerrada” Marguerite Duras: “El amante”
“Te reprocho haberme abandonado”, J.M. Coetze. “La edad de hierro”
“Y ahora en mi vejez, no me hagas a un lado, no me abandones cuando me faltan fuerzas”, Salmo 71- David.
“La vida es una gran frase, cada una solo tiene una sola palabra. Si juntamos todas las palabras entenderemos la frase. Solo cobramos sentido vinculándonos a los demás”. Brigite Charpentier de Ribes
El jueves 10 de septiembre del 2015, la psicóloga Miguelina Justo me invitó a una conferencia dictada en el Colegio Dominicano de Médicos para contar los resultados de una investigación que ella y otra colega psiquiatra habían llevado a cabo sobre cómo se informaba en los medios y en la prensa acerca de los suicidios.
Rodeada de jóvenes, todos estudiantes de la carrera de Ciencias de la Salud en la UASD, me sentí como una vieja señora en medio de la juventud tratando de alguna manera de “transmitirles todo mi pasado para que gestionaran futuros”. Esa linda frase que escribió el editor español de la revista “Ajoblanco “cuando se murió Franco en 1975 y ellos, los españoles después de 40 años de dictadura franquista iniciaban un cambio.
Y me prometí que cuando volviera a casa y dejara asentar la impresión que me dejó la conferencia, las preguntas y la gente joven a mí alrededor iba a escribir, suave y en flujo una historia de vida.
En 1973, Doris Lessing dijo en una entrevista publicada en Harper´ Magazine:
Una solo empieza a descubrir la diferencia entre la persona que realmente es, su verdadero yo, y su apariencia cuando comienza a hacerse mayor…
Toda una dimensión de la vida se desvanece, de repente y una descubre que, de hecho, estaba acostumbrada a utilizar su aspecto externo para atraer la atención… Es algo biológico. Algo total y absolutamente impersonal. Realmente es lo más saludable y fascinante que puede ocurrirle a una persona, despojarse de todo eso. Envejecer es extremadamente interesante en realidad” Germaine Greer. “El cambio. Mujer, vejez y menopausia”, 1986. pág. 62.
Germaine Greer después de la reproducción de este texto agregó: “El cambio duele. Como una persona recién despojada de sus grilletes, la mujer liberada, al principio se tambalea”.
En el medio de esa juventud de futuros médicos, nutricionistas, psiquiatras, psicólogos, cirujanos, neurólogos, enfermeras surgió en mí la pregunta:
¿Qué pasa con la salud mental de los envejecientes?
Porque del trabajo de investigación de las dos mujeres, una psicóloga y la otra psiquiatra en el Hospital padre Billini, las estadísticas arrojaban un porcentaje aterrador. El 65 % de las muertes por suicidio corresponde a envejecientes de 60 años en adelante.
Es decir, la población de la tercera edad de Republica Dominicana es tan desdichada, esta tan abandonada y sola que elige el suicidio para huir de una realidad agobiante.
En el año 2014, durante el año 2015 y hasta el 9 de mayo de 2016 me encargaron la investigación, recolección y búsqueda de documentos para indagar en los orígenes de una familia dominicana.
El punto focal estaba en el fundador de la familia, un puertorriqueño que emigró a Republica Dominicana en 1898, al producirse la llegada de los norteamericanos a la isla.
Se instaló en Santo Domingo, lavaba botellas y su patrón lo ayudo en los estudios, se graduó de farmacéutico el 15 de febrero de 1889, después emigró a San Pedro de Macorís y fundó un emporio en la ganadería y la farmacéutica.
Durante dos años investigue, acopie datos, materiales, historias, fotos, viejos documentos de San Pedro de Macorís, de Puerto Rico.
Hice eso tan bien descripto por el historiador español, Justo Serna, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia cuando narra la vida del historiador Tony Judt.
Dice así: “Histor, en griego clásico significa el que sabe, el que ve, el que investiga. (…) es alguien que todo el tiempo busca todo tipo de testimonios para obtener versiones de esos acontecimientos. Y es alguien que traza una línea…
El histor sabe que no todos saben lo mismo, que no todos los testigos dicen lo mismo, que nos todos los humanos conciben lo mismo. Es por todo eso que ha de recopilar datos y relatos, versiones y relaciones. ¿Para qué? Para poder ordenar en las informaciones y para poder contar las cosas con la mayor probidad posible: con la mayor rectitud y erudición posible. Con el mayor rigor.(…) Un historiador es un tipo modesto que no construye sistemas ni tiene epifanías o revelaciones. Es, como mucho, un analista de grandes procesos. Procura tener un relato documentado de lo pretérito”.
A lo largo de esos años, como en escorzo, en la penumbra se fue dibujando el contorno de de las mujeres de la familia y de esa sociedad de plantación que por las características de la familia patriarcal habían quedado relegadas al olvido.
Fotos, partidas de nacimiento, de casamiento, de defunción, cartas, títulos de doctora, de la primera doctora en farmacología de R.D. de 1890-a 1920, fotos y recuerdos de las mujeres docentes en un San Pedro de Macorís de 1930-1940, todas silenciadas.
Todas delante de una puerta cerrada.
Evoqué y busqué en mis archivos un texto que escribió el doctor Segundo Imbert Brugal para presentar su libro “Por órdenes superiores”.
Dice así: “Enfrentados con traumas psicológicos y tragedias sociales, recurrimos como defensa a la negación y el olvido. Reprimimos memorias para seguir adelante sin la perturbación de un dolor perenne. Y se logra. Pero quedan cargas y consecuencias del insulto, que matizaran, siempre nuestro comportamiento individual y colectivo. Los dominicanos menores de sesenta años de edad, apenas tienen un brumoso recuerdo, si es que lo tienen, de la sordidez y la maldad que fue dueña de la Republica durante la dictadura trujillista, sin embargo sufren las consecuencias de las mismas”
(Palabras del Dr. Segundo Imbert Brugal al poner a circular su libro “Por órdenes superiores” tomado de la reseña social publicada el martes 30 de diciembre de 2014 en la prensa nacional)
Durante un año entrevisté a más de ocho o nueve señoras ancianas con una media de edad que iba de los 70 a los 91 años de edad.
Excepto dos de ellas, ninguna aceptó fotografiarse, grabar su voz y su testimonio oral o filmar un video. Fue una confesión en sordina, crepuscular, de una vida de mujer vivida en los entretelones de una sociedad patriarcal sometida además a la sordidez del trujillismo, en una economía de plantación en el Caribe.
En el mes de marzo del año 2014, una anciana señora casada con uno de los descendientes del patriarca familiar, llegó al país del extranjero y no sólo se prestó a las entrevista sino que me dio fotos, documentos, relatos de otras vidas y hasta me llevó a San Pedro de Macorís donde había nacido el 6 de noviembre de 1937.
De la mano de esta vieja señora de San Pedro de Macorís recorrí la historia y todas las estaciones del dolor que vivió esa sociedad desde 1930 hasta 1961.
Ahora que reescribo este texto el 13 de mayo de 2017, reflexioné y me doy cuenta que esas ancianas no contaban solo una vida de treinta años sino toda una cultura, una forma de vivir, de ser, de casarse, o de resignarse a una vida impuesta por los otros, de hacerse adultos, de tener hijos, de vivir con los sellos de comportamiento de una sociedad de plantación en el Caribe español.
La dimensión exacta del sufrimiento de toda una sociedad y en especial de las mujeres ancianas me lo mostró un sábado 14 de marzo en que me invitó a acompañarla a San Pedro de Macorís.
Me llevó a una barriada pobre donde todos los sábados se distribuye leche. Es un programa de asistencia social en el cual ella participa. Me quedé espantada de la pobreza e indigencia y evoqué a Evangelina Rodriguez y “su gota de leche”. Después me llevó al cementerio y recorrí las tumbas de todos los integrantes de la familia a la que ella accedió por casamiento con un hombre puro, bueno, dedicado a los suyos. A tal punto que el padre lo envió a Dakota del Sur a estudiar agricultura para luego integrarse al negocio familiar de la ganadería.
Lo extraordinario, la desmesura es que cercanas estaban las tumbas de la olvidada y asesinada primera médica dominicana Evangelina Rodriguez Perozo y en el otro pasillo, la tumba de la primogénita de esa familia que fue la primera Doctora en Farmacología de R.D egresada de la Universidad de Maryland.
En el libro que conmemora los aportes de los farmacéuticos al país, “Farmacéuticos y farmacias en Republica Dominicana” de la autoría de Rafael Tobías Genao ella no está incluida. En el libro de la doctora Valentina Peguero “Mujeres pioneras dominicanas” en la pagina 770 está narrada en una frase de cuatro renglones.
Sociedad patriarcal, autoritaria, excluyente y misógina que segrega de manera simultánea a jóvenes y a viejas, a instruidas y analfabetas, a mujeres del pueblo o con solera y renombre familiar. Todas sin distinción están ante una puerta cerrada.
Me quedé pensando en tantas vidas de mujeres silenciadas, en tantas mujeres escarnecidas y pensé que la única forma de homenajearlas, de darles un reconocimiento y un relato para su dolor es recurrir al mito.
Cuentan que la diosa Deméter enfureció cuando vio el sacrificio de Ifigenia, a manos de su padre, entregada a la muerte a cambio de unos vientos para su flota.
Entonces, la diosa tomó a la joven sacrificada y la puso como una estrella en el cielo de Tauride.
Esa historia de San Pedro de Macorís y el relato de tantas ancianas silenciadas y esta encuesta sobre el suicidio de los envejecientes que se suicidan me impulsó a escribir una historia, una pequeña historia de mujeres ante una puerta cerrada y como la Diosa, a través de la escritura, ponerlas a todas en el cielo de las Antillas.