James Petras (Rebelion, 23-7-18)
La Unión Europea y el imperio de Trump: ¿socios, clientes o rivales?
La Unión Europea (UE) es el mayor mercado del mundo; aun así sigue siendo dependiente, tanto política como militarmente, de Washington.
La UE ha padecido la falta de una política exterior independiente; su subordinación a la OTAN, una alianza subsidiaria de EEUU es una de las principales razones de esa dependencia.
El presidente Trump ha aprovechado de la debilidad de la UE para desafiar sus políticas en relación con varias cuestiones estratégicas, que van desde los Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán hasta el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Los aranceles de Trump a las exportaciones de la UE es la última y más provocadora medida para plantar cara y dominar el continente.
Además, la UE está cada vez más dividida por la cuestión de la inmigración, la salida del Reino Unido (Brexit), así como por la desunión económica y política entre Alemania, Italia y Polonia.
Como consecuencia de ello, el régimen de Trump ya no puede contar con una alianza potente y unida para su ambición de un imperio global.
En lugar de eso, el Estados Unidos de Trump trata de asegurarse la supremacía económica y la total dominación político-militar.
El presidente Trump exige que los países de la UE dupliquen su presupuesto militar para que el Pentágono aumente la venta de armas.
Como resultado de la falta de acuerdo y la pésima relación entre EEUU y la UE, la política imperial del presidente Trump ha adoptado la contradictoria estrategia de aumento del proteccionismo económico y el intento de acercamiento a la “enemiga” Rusia. Adoptando el eslogan nacionalista de “Fortalecer a Estados Unidos”, naturalmente “Debilitando a la UE”, se hace evidente que Trump utiliza eslóganes nacionalistas para promover sus propios objetivos imperiales.
Crecimiento nacional y deterioro imperial
Hasta hoy –mediados de 2018– Trump está montado sobre la ola del crecimiento de la economía, el comercio y el empleo nacionales.
Los críticos argumentan que esta ola es efímera y que se enfrenta con poderosas corrientes en contra. Sostienen que la guerra comercial y la caída de los mercados de China, la UE, México, Canadá y otros provocarán el deterioro de Estados Unidos.
La jugada estratégica de Trump consiste en que la guerra comercial de Estados Unidos tendrá éxito en la apertura del mercado chino y al mismo tiempo reducirá las exportaciones chinas. Trump tiene la esperanza de que la corporación multinacional con base en EEUU vuelva a poner en su sitio al país y haga que aumenten el empleo y las exportaciones. Hasta ahora, eso no es más que una ilusión.
Por otra parte, las imprevistas ganancias corporativas no se han visto acompañadas por una disminución de la desigualdad ni un aumento de los salarios.
El resultado es que Trump se enfrenta con la perspectiva real de un deterioro de las exportaciones y del apoyo popular, sobre todo de quienes han sido afectados negativamente por la caída de los mercados y los fuertes recortes en salud, educación y medioambiente.
Consecuencias políticas del “Estados Unidos primero” en el escenario corporativo
Es muy improbable que la política económica nacionalista de Trump ayude a mejorar la construcción imperial; por el contrario, la guerra comercial hará que los beneficiarios de las principales corporaciones se vuelvan contra él. Sus vínculos comerciales con la UE, Canadá y China harán que estos países se vuelvan contra Trump.
La construcción imperial se da de palos con el eslogan ‘Estados Unidos primero’. En ausencia de un imperio económico, Estados Unidos carecerá de medios para asegurar los mercados necesarios para estimular la exportación y la producción de bienes nacionales.
Conclusión
El presidente Trump se ha beneficiado –y, hasta cierto punto, tenido éxito– al conseguir una dominación transitoria en América latina, la expansión de la economía nacional y la imposición de algunas exigencias a China, la UE y Canadá.
No obstante, las políticas de Trump han debilitado a sus aliados, irritado a los competidores y provocado represalias. Todo ello hace aumentar el costo de gobernar un imperio.
Trump ha fracasado a la hora de procurarse un reemplazo seguro de los mercados de la UE y China. Tampoco se ha asegurado los mercados de los clientes que le quedan en América latina. La idea de que Trump puede construir el ‘capitalismo en un país’ no es más que una quimera. Sobre todo, eso requeriría una explotación intensiva de la fuerza de trabajo estadounidense y altas tasas de inversión con el consiguiente recorte en los beneficios y los salarios. La oligarquía electoral y los medios de comunicación forzarán a Trump a batirse en retirada en la guerra comercial y rendirse ante las elites de todo el mundo.