Max Henríquez Ureña fue secretario de la presidencia de la República Dominicana en el breve gobierno de coalición del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, su padre, en 1916. Los datos que contiene el libro Los yanquis en Santo Domingo, apoyan y narran un expediente que acusa al gobierno de los Estados Unidos de injerencia y ocupación de la República Dominicana, mediante el cual violaba y suprimía la soberanía nacional del país.
El libro plantea el problema de la cuestión política y económica relativa a la solución que ofreció la delegación dominicana enviada a Washington para reclamar la solución ante el Departamento de Estado Norteamericano y el Senado Norteamericano; decisión y conclusión bajo el acuerdo de la desocupación norteamericana del país.
Lo importante de este libro es lo que sobresale, lo que se pronuncia como discurso y fuerza de enunciación a propósito de la gobernabilidad en el país a comienzo del siglo xx. Comparar Los yanquis en Santo Domingo de MHU con Los americanos en Santo Domingo, de Melvin M. Knight, resulta importante para comprender el contexto y el hecho mismo de la primera Ocupación Norteamericana de 1916.
El historiador Melvin M. Knight publicó en 1928 Los americanos en Santo Domingo, para analizar las excusas que llevaron al Gobierno y al Senado de los Estados Unidos a ocupar, mediante la fuerza, la República Dominicana, luego de varias propuestas económicas y financieras que facilitaron la ejecutoria de convenios y tratados anteriores para el arreglo de la deuda.
Se sabe que en 1907 se firmó el tratado o convenio entre la República Dominicana y el Gobierno de los Estados Unidos a propósito de la deuda pública de la primera. Según demuestra Pedro Henríquez Ureña: “Entre 1907 y 1911 ninguna dificultad surgió respecto a la interpretación del convenio. Entre 1912 y 1914 hubo disturbios en el país que aumentaron los gastos del gobierno, y, en consecuencia, la deuda interna, no por empréstitos extranjeros sino por préstamos interiores y por déficit.” (Ver Pedro Henríquez Ureña: Libertad de los pueblos pequeños y el Senado Norteamericano (Memorándum sobre Santo Domingo”), en Obra Dominicana 1988, PP. 435-436; véase también PP.437-438)
Los hechos analizados, discutidos y narrados por el Presidente Francisco Henríquez y Carvajal, presidente de coalición elegido y aceptado por el Congreso de la República y por todos los partidos del momento, se narran en la obra Los yanquis en Santo Domingo de Max Henríquez Ureña, con datos y documentos oficiales donde se comprueba la verdad de los hechos ocurridos en la República Dominicana entre 1916 y 1924.
Es importante y útil analizar, sin embargo la lectura de los hechos presentados y narrados por el historiador estadounidense Dr. Melvin M. Knight en su ya citado Los americanos en Santo Domingo (Editora de Santo Domingo, 1980), donde se presentan muchos aspectos, elementos y comportamientos económico-financieros del Gobierno de los Estados Unidos, con respecto a sus inversiones y relaciones políticas con pueblos de ultramar. “Los episodios del imperialismo americano” como subtitula el autor su libro, son significativos para entender el por qué de la primera ocupación norteamericana de la República americana y su contexto económico financiero.
Según Melvin M. Knight:
“Aun en los varios departamentos del Gobierno, no siempre sabe la mano izquierda lo que hace la derecha. Nuestro Receptor de Aduanas en Santo Domingo presenta informes anuales, que son documentos públicos. Para él el empréstito de 1908 por $ 20, 000,000, con intereses al 5 por ciento, constituye sencillamente un solo hecho”. (Véase op.cit.p.172)
La explicación de Knight de este fenómeno, no se hace esperar, y, en tal sentido pasa a explicar el problema de los bonos:
“El que los bonos no se vendieran a la par, o que no rindieran los $ 20, 000, 000, costándole en realidad a los dominicanos el 5 ½ por ciento sobre lo que ingresó, en nada le concierne; es un asunto ya liquidado. Este empréstito adoleció de otro gran defecto que el público no pudo prever ni sospechar. Santo Domingo liquidaba cierto número de estos bonos todos los años, y el importe era depositado en un fondo de reserva donde continuaba pagando intereses. Estos intereses tenían que salir de los ingresos dominicanos, aun en los años en que estos eran insuficientes”. (Ibídem.)
Pero la variable de este fenómeno cobra valor de interpretación económico-financiero, cuando Knight ofrece la siguiente observación coyuntural:
“Un día los ingresos públicos están recargados con un pago mínimo anual de $ 1. 200. 000; al siguiente, la carga ha desaparecido. Encontrarse rico, de improviso, es un choque grande, aun para un gobierno rico de sí y estable “. (Ibidem.Loc.cit.)
¿Qué nos muestra basado en datos el Dr. Melvin M. Knight?
“Después del empréstito del National City Bank en 1913, Santo Domingo pagó siempre su deuda en una proporción tal que continuamente se encontraba con dificultades para reforzar los gastos corrientes. Esta situación continuó sin que se aplicara un remedio, aun después que se retiraron los marines. No hubo mucha publicidad en relación con el empréstito de 1913, por lo menos no se le dio la necesaria para desmentir los cargos que se hicieron contra el Banco Nacional de que dicho empréstito no había sido adjudicado al mejor proponente. Es cierto que el señor Bryan tenía sus dudas acerca del asunto, y que era bastante competente para ocuparse en sus finanzas personales; pero no es seguro que tuviera capacidad para tratar un intrincado problema de esta índole, si bien es verdad que la completa publicidad tendría tan poco valor para el ciudadano consciente con las especificaciones del ingeniero acerca de un puente colgante, el conocimiento de que esa información está a la disposición de los expertos infunde cierta dosis de confianza”. (Ibídem.) .
El desconocimiento de la cuestión financiera en el país ligado al empréstito del National City Bank en 1913, así como el empréstito de 1918, generó lo que era la crisis económica que desde 1906 y 1907 puso en peligro la “cosa” pública, por lo que la deuda externa cobró un tamaño, pero obligó a negociarla, pero con desventaja para la República Dominicana. Y así, tal y como lo narra Max Henríquez Ureña en Los yanquis en Santo Domingo ( Editora de Santo Domingo, 1976):
“En el mes de abril de 1916 el Gobierno del Presidente Jimenes se encontró frente a un gran conflicto de orden interior: el secretario de Guerra y Marina, general Desiderio Arias, por desavenencias surgidas entre él y el jefe del Estado, se levantó en armas contra éste y con gran parte del ejército, dentro de la ciudad capital. El Presidente Jimenes se encontraba fuera de la ciudad. Por motivos de salud residía desde hace algunos meses en la quinta Cambelén, situada algunos kilómetros al oeste de la capital. Desde allí continuó ejerciendo las funciones del gobierno, con los demás secretarios de su administración, protegido por algunas tropas leales”. “(Véase Max Henríquez Ureña, op. cit. P.95).
Las desavenencias entre el Presidente Jimenes y el general Desiderio Arias, provocaron un gran conflicto, a tal punto que la gobernabilidad cayó en peligro por las mismas discusiones que se dieron a lo externo del ejército. Lo que perjudicaba la estabilidad política, financiera y el mismo ordenamiento jurídico dominicano.
Según nos dice Max Henríquez Ureña:
“El general Arias se jactaba, en comunicaciones que vieron la luz pública, de contar con numerosos amigos en la Cámara de Diputados. Estos amigos del general Arias, unidos transitoriamente al grupo parlamentario de oposición formado por los partidarios del general Horacio Vázquez, en la sesión de 1° de mayo de 1916 acusaron ante el senado al Presidente Jimenes por infringir las leyes de la República, e invocaron para hacerlo la atribución que en ese sentido confiere a la cámara el artículo 24 de la constitución de la República… Según el artículo 20 de la propia constitución, el Senado, en tales casos, no puede imponer otras penas que la destitución e inhabilitación para todos los cargos retribuidos y de honor o confianza de la República. El móvil de la acusación era, por lo tanto, obtener la destitución del Presidente Jimenes”. (Op. at. P. 96)
Max Henríquez Ureña relata en detalle la agudización de la crisis y el cuadro de rebelión que habían creado las fuerzas levantadas de los llamados revolucionarios:
“El presidente Jimenes, por conducto de su Secretario de Interior y Policía, hizo saber al Senado el 2 de mayo la imposibilidad en que se encontraba de comparecer ante el mismo por hallarse la capital en poder de los revolucionarios. Algunas tentativas infructuosas se hicieron en el Senado para que se dictara una resolución en virtud de la cual el Poder legislativo se trasladara a una ciudad donde no imperara en ese momento la revolución”.(Ibídem.)
