Aram Aharonian (Rebelion, 16-10-18)
La izquierda sin estrategia
Lo que se viene ahora es una fenomenal ofensiva contra los derechos laborales, contra la población negra e indígena, contra todos los movimientos sociales. Con o sin Bolsonaro, porque su política ya ganó y se ha hecho un lugar en la sociedad y en las instituciones.
No es un caso aislado. La ministra de Seguridad argentina Patricia Bullrich, acaba de lanzar su propio exabrupto, esta semana en una entrevista televisada, al vincular los movimientos sociales con el narcotráfico, abriendo de ese modo el grifo de la represión. Se trata de desviar el sentimiento de inseguridad hacia los actores colectivos que resultan obstáculos para implementar medidas más profundas contra las economías populares y la soberanía estatal sobre los bienes comunes.
Sobre el futuro inmediato, el cientista político César Benjamin señaló al portal Piauí: “Temo que un gobierno de Bolsonaro sea peor que el gobierno militar. Hay una movilización de grupos, de masas que lo apoyan, que el régimen militar nunca tuvo. Una vez que llegue a la presidencia, un hacendado puede entender que llegó la hora de lanzar sus pistoleros, un policía que participa de un grupo de exterminio entenderá que puede ir más lejos. El sistema vigente desde la Constitución de 1988, ya no existe más”.
Para el supuesto que Haddad logre remontar el resultado adverso del domingo pasado, Brasil seguirá una ruta semejante a la que tuvieron Lula y Dilma, pero con características particulares. Ese gobierno, tendrá mucho menos poder y estará sometido al constante acecho de este nuevo liderazgo de un conservadorismo militante y reaccionario.
A ello habrá que agregarle la presencia amenazante de una estructura militar fuertemente comprometida con una candidatura de surgida –según analistas- de la entrañas de la inteligencia militar. Todos esos antecedentes le darían un fuerte clima de inestabilidad institucional a un eventual gobierno del PT.
Paulo Guedes, quien ha sido presentado como el próximo ministro de Economía de Bolsonaro, ahora cuestionado por hechos de corrupción, es un liberal clásico, también formado en la Escuela de Chicago. Su política puede chocar con cierto “nacionalismo” de Bolsonaro y de algunos núcleos de sectores militares.
Se trataría de un gobierno de los BBB -buey (ganado), biblia y bala-, por la fuerza que tendrían los tradicionales terratenientes y dueños del poder; por la presencia decisiva de los sectores evangélicos integrantes de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), expulsada en1992 del seno de la “Alianza Evangélica de Iglesias” por sus actividades “non sanctas”; y por el anunciado carácter represivo del que hace alarde y promueve Bolsonaro.
De ganar Bolsonaro –incluso de no lograrlo-, se vendrá una fenomenal ofensiva contra los derechos laborales, contra la población negra e indígena, contra todos los movimientos sociales, porque su política ya ganó y se ha hecho un lugar en la sociedad y en las instituciones. Bolsonaro no alcanazó aún a la ministra argentina de Seguridad, Patricia Bullrich, quien vinculó los movimientos sociales con el narcotráfico, abriendo de ese modo el grifo de la represión.
Se trata de desviar el sentimiento de inseguridad hacia los actores colectivos que resultan obstáculos para implementar medidas más profundas contra las economías populares y la soberanía estatal sobre los bienes comunes, afirma Zibechi.
El cientista político César Benjamin señaló al portal Piauí su temor de que un gobierno de Boslonaro sea peor que el gobierno militar. “Hay una movilización de grupos, de masas que lo apoyan, que el régimen militar nunca tuvo. Una vez que llegue a la presidencia, un hacendado de Pará puede entender que llegó la hora de lanzar sus pistoleros, un policía que participa de un grupo de exterminio entenderá que puede ir más lejos.: “El sistema vigente de los años 80, especialmente desde la Constitución de 1988, ya no existe más”.
Es sabido que Argentina tiene en Brasil a su principal socio comercial. Esa situación puede cambiar o sufrir un severo deterioro si –finalmente- ese eventual gobierno decide dinamitar o profundizar la decadencia del Mercosur.
Hay dos formas de pararse ante la segunda vuelta. Desde la óptica de los partidos, sus plataformas electorales y lo dicho por sus dirigentes, surge que Haddad tendría buenas posibilidades de revertir el resultado. Si bien son pocos los que han pedido a sus adherentes que voten a Haddad, la mayoría de ha manifestado públicamente su oposición a Bolsonaro. Ese sería el modo racional, “políticamente correcto”, de analizar la realidad y Haddad tendría posibilidades.
Pero hay otra forma de mirarla, colocando el eje más en los aspectos emocionales y ese es el modo que Bolsonaro ha planteado su campaña. Uno de sus spots más difundidos dice: “o mito llegou e o Brasil acordou”, mientras un coloso de piedra se despereza ante una población emocionada que sale a ver ese fenómeno y donde se escucha “ordem e progresso, eu quero pro mi país” y se ve, al fondo, el lema “o gigante nao esta mais adormecido”.
Frente a ese despliegue emotivo y en un marco muy crítico a los partidos conocidos es –lamentablemente- poco probable que el racionalismo partidario, que puede reunir Haddad, logre quebrarlo, descontando los 18 millones de votos que los separaron en la primera vuelta. Pero el “voto útil” llegó a su máximo potencial: Bolsonaro se sintió frustrado de tner que disputar la segunda vuelta y suspendió la fiesta de celebrasción programada.
Esta ventaja no es estática: no hay automatismo en la escogencia de inmensas parcelas del electorado y por ende, la elección está abierta y es realista la posibilidad de Haddad venza a Bolsonaro. Una semana antes de la primera ronda, unos 20 millones de ciudadanos aún no tenía definido su voto. El “efecto manada” del voto útil derritió las principales candidaturas antipetistas (Marina Silva y Geraldo Alckmin), ayudó al crecimiento de Bolsonaro y generó resultados sorprendentes, como la elección inesperada de ciertos gobernadores, diputados y senadores.
Si uno sigue con la numerología, la votación de las candidaturas no-antipetistas (Haddad, Ciro Gomes, Ghillerme Boulos, Vera Lucía, Goulart) totalizaron 45, 4 millones de votos (42,36%), 13,7 millones menos que los estimados el 20 de agosto, cuando Lula aún mantenía posibilidades. Hoy, segmentos del antipetismo rechaza las barbaridades de Bolsonaro y sus prácticas truculentas y odiosas, lo que permite pensar que parte de ellos puede votar nulo, no votar, e incluso votar por Haddad.
Anticomunistas sin comunistas
Uno de los dramas del progresismo en nuestra región es que ha dejado a mitad de camino
la transformación económica, la revolución cultural, la transferencia del poder a los ciudadanos, el ejercicio de nuevos tipos de gestión política, de gobierno, sin olvidar los vicios atávicos propios del poder: corrupción, nepotismo, tráfico de influencias, soberbia,
prepotencia, autosuficiencia, dice Néstor Francia..
Mientras, la convivencia y connivencia con los usos electoralistas, propagandísticos y organizativos de los factores de la democracia burguesa, terminó por confundirlos con la derecha en la percepción popular que los considera tan “políticos” como los de la derecha, en el peor sentido de la palabra.
Los medios hegemónicos de información han impuesto el imaginario de que en todas las sociedades de nuestra región impera la sensación de desorden, anarquía y “crisis
multidimensional”, donde se mueven poderosas bandas delictivas, con participación de policías y militares organizadas (como las milicias verdes de Bolsonaro), que practican el chantaje, el soborno, el contrabando, el tráfico de drogas, el sicariato, el paramilitarismo. Por eso cala tan hondo el discurso que ofrece “orden y “autoridad”.
Es innegable que Bolsonaro conquistó una inmensa base social. Su discurso de odio y violencia fue capturando las insatisfacciones desde jóvenes hasta las “viudas de la dictadura”, desde las periferias hasta las elites, bajo el aplauso de los vendedores de armas. Responsables de la construcción de la polarización social en el país, Globo (y también la pentecostal Red Record) diseminaron el antipetismo, reaplicando su vieja receta de anticomunismo básico.
Un tuit del investigador argentino Andrés Malamud, habla de “la paradoja brasileña: elegir a un fascista de verdad, creyendo que es de mentira, por miedo a un comunismo de mentira que creen que es de verdad”. Es mucho más que un juego de palabras: quizá resume el drama que se vive hoy en Brasil.