Recuerdos del sancarleño Miguel Vargas Maldonado
Lipe Collado (Hoy, 18-1-14)
Si nos acogiéramos a lo afirmado por el ensayista español Julián Marías en su libro El Método Histórico de las Generaciones, a Miguel Vargas Maldonado y a Lipe Collado los separa casi una generación, y esto así porque cada diez años surge una nueva generación y otra queda atrás.
Cuando él tenía quizás 5 años de edad vivía frente a la Escuela Chile de la calle Montecristi de San Carlos, con su bella y elegante mamá Linda Maldonado, familia cercana -¿prima hermana?- del brujo Eudes Maldonado, quien junto a un hermano y otras cinco personas asaltó exitosamente el 6 de noviembre de 1954 el Banco Royal Bank of Canada, de Santiago, en la Era de Trujillo, siendo fusilados el 16 de diciembre por el flemático Ludovino Fernández.
La elegante señora Linda casó con Franklin Ripley –tío de mi enllave Boanerges Ripley-, de la conocida familia “Ripley” de la 30 de Marzo casi esquina Abreu, cuyos miembros siempre se han distinguido por la honestidad y sus rigideces personales y laborales.
Mis recuerdos de Miguel, algunos difusos y otros definidos, datan de cuando él vivía en la calle 16 de Agosto, entre la avenida Mella y la calle Imbert, cerca del parque San Carlos, siendo ya un adolescente, a finales de los años sesenta o comienzos de los setenta. Tanto yo –que le llevo “algunos” años- como vecinos y amigos de sus Entonces teníamos y tenemos a Miguel en alta consideración por su inteligencia, su dedicación a los estudios, su laboriosidad, su disciplina y entereza.
Mi amigo, su amigo Marino, especie de perdonavidas moral, ex emepedeísta rayé, -“Me acuerdo perfectamente de las cosas de Marinito”, me comentó años atrás Miguel en su oficina política de la Abraham Lincoln- suele testimoniar el discurrir empresarial ascendente de Miguel, libre de peculado, hasta que sobresale como funcionario público.
Lipe Collado, Marinito, su casi tío político Boanerges Ripley y otros pueden testimoniar públicamente que Miguel, hijo sanguíneo del empresario Pedro Rivera, desarrolló con franca honestidad su vida personal y profesional y se hizo rico antes de sobresalir en la política, y esto queda dicho porque con harto frecuencia escuchamos y leemos que su solidez económica tiene su origen en el blanqueo y el mafeo, lo que de alguna manera condiciona a los perceptores respecto de las acusaciones de enriquecimiento en su quehacer público.
El recuerdo más definido que tengo de Miguel creo que data de los comienzos de los setenta –aclaro que no he consultado al alemán Alzheimer- cuando junto a un grupo de amigos protagonizó un incidente mayúsculo en la calle Imbert casi esquina 16 de Agosto y que hube de reseñar en mi condición de reportero de Radio Mil Informando. Miguel encabezó una emboscada al afamado comentarista radial, archi derechista y “golpista antidemocrático” Rafael Bonilla (Bonillita) Aybar, odiado por los “revolucionarios demócratas”, quien solía desplazarse por la calle Imbert y la 16 de Agosto para accesar a La Voz del Trópico, que estaba en la calle Abreu casi esquina Delmonte y Tejada, donde producía un programa radial de comentarios políticos de gran audiencia.
El comentarista ultraderechista Bonilla Aybar logró solventar a duras penas el sorpresivo ataque y entonces huyó velozmente por la calle 16 de Agosto en el automóvil en que se transportaba. Aquel “atentado a la vida del comentarista Bonilla Aybar” constituyó un escándalo periodístico, que fue noticia de primera página en por lo menos uno de los diarios, creo que en El Nacional.
La policía emprendió de inmediato la persecución contra Miguel y demás jóvenes sancarleños que trataron de “ajusticiar” al comentarista que había sido agitador y vocero público de la conspiración contra el gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, del 27 de febrero al 25 de septiembre de 1963.Lo que no sabía Miguel en esos momentos era que el halo del destino le había tejido una trampa: el incidente mayúsculo lo catapultaría a la política partidaria labrándose un camino que desembocaría en candidato a la Presidencia de la República en 2008, y ahora en Presidente del PRD y aspirante a la presidencia de la República.
El duende de su halo del destino fue Fulgencio Espinal, quien para esa vez era un dajabonero cuasi sancarleño. Preocupado por la suerte de Miguel y demás participantes en la emboscada solicitó y obtuvo del doctor Peña Gómez su intermediación ante las autoridades policiales a favor de ellos. El duende Fulgencio Espinal se salió con la suya y llevó a Miguel ante el doctor Peña Gómez, y lo enrolaron en el PRD.
Finalmente, valdría la pena preguntar –vistas sus garras de tíguere barrial- si tienen razón los guapos del sector contrario al proclamar que él les tiene miedo desde la hazaña de ellos del asalto aquel con quebraderos de sillas, digna de figurar en las Efemérides Patrias de la Nación del kilómetro 28 de la autopista Duarte. ¿Miedoso o sabichoso?
