Kaosenlared (15-11-19)
Durante la era colonial, el Cerro Rico de Potosí en Bolivia fue foco del saqueo de gigantescas cantidades de mineral de plata por parte de Europa. Para inicios de este siglo, específicamente en Cochabamba, se tejió el plan transnacional de privatización del agua, con la autoría de las instituciones de Bretton Woods y el acompañamiento fiel del para entonces presidente Hugo Banzer.
Siguiendo esa línea, el Estado boliviano, bajo la presidencia de Evo Morales, se vio inmerso en una serie de presiones y agresiones corporativas globales. Desde un intento de balcanización del territorio boliviano en 2008, hasta el reciente ciclo de violencia armada que con apoyo policial y militar consumó el golpe de Estado.
Sin embargo, ante cada ofensiva de las élites, el pueblo boliviano ha respondido con gigantescas movilizaciones de calle. Y quizá sirva como suficiente ejemplo el conflicto social y de clase que se desarrolló en el territorio boliviano en 2003: la «Guerra del Gas».
El plan de privatización y venta de gas hacia Estados Unidos emprendido por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (del cual Carlos Mesa era el vicepresidente), encontró la más fuerte resistencia en el municipio El Alto, donde ocurriría la dantesca «Masacre de Octubre».
Tanto en la era de privatizaciones como en los acontecimientos actuales, El Alto ha sido bastión de lucha y resistencia en los escenarios antidemocráticos, de conmoción y de arremetida fascista.
EL ALTO: «OCTUBRE NO SE OLVIDA»
En la historia contemporánea de Bolivia, El Alto se ha caracterizado por contar con una poderosa organización entre sus habitantes.
Cuando la transnacional de servicios de agua potable «Suez», en alianza con la empresa Aguas del Illimani, se negó a realizar inversiones para ampliar el servicio en El Alto, las tarifas del servicio aumentaron considerablemente. Por ello, los alteños, se sumaron a un paro indefinido que obligó al gobierno de Carlos Mesa a culminar el contrato con la transnacional.
El paro tuvo una gran repercusión económica, tanto que la empresa de agua de origen francés se retiró de Bolivia. La misma presionaba al Estado boliviano en la obtención de créditos blandos con miras a expandir sus concesiones y con ello sus ganancias.
Parte de los argumentos de los alteños ante esta situación era que esos créditos debían ir a una empresa pública nacional y no a una transnacional que centralizaba las ganancias.
Asimismo, en pleno crecimiento de la demanda energética con el uso del petróleo y gas, Bolivia no se quedaba atrás en los planes corporativos para el manejo de esas fuentes de energía.
En 2003, después de varias décadas de explotación a sus recursos estratégicos, los bolivianos en El Alto se unieron para frenar el injusto manejo de esos recursos, realizando múltiples manifestaciones para exigir que el gas se dirigiera al desarrollo nacional.
Gonzalo Sánchez de Lozada, conocido popularmente como «Goni», ordenó a las Fuerzas Armadas combatir a las protestas. Para el 13 de octubre de ese año, la intensa represión había cobrado la vida de más de 60 alteños dejando más de 500 heridos.
Cabe destacar que durante esta crisis política, en el frente internacional, la Organización de Estados Americanos (OEA) dio su respaldo a «Goni», ignorando por completo las violaciones de derechos humanos de su gobierno. En El Alto continuaron las protestas en defensa de los recursos naturales, las organizaciones populares establecieron un esquema de grupos de autodefensa, bloqueos y de movilización permanente.
Días después de estos eventos, específicamente el 17 de octubre, «Goni» renunció y huyó del país con la ayuda de los Estados Unidos. Es así como la población de El Alto demostró su fuerte organización y contundencia frente a la imposición de medidas corporativas. Es el epicentro de una serie de reivindicaciones históricas del pueblo boliviano.
Actualmente, ante la ofensiva golpista, El Alto ha hecho lo propio.
Desde el inicio del cambio de régimen, El Alto se ha manifestado en contra de las acciones de Luis Fernando Camacho y en respaldo a Evo, configurando una situación de contragolpe que ha sido repremida con contundencia por militares y policías.
El 5 de noviembre, en el Aeropuerto Internacional los alteños obligaron el regreso de Camacho a Santa Cruz, bloqueando su intención de aproximarse al Palacio Quemado para llevarle una carta de renuncia a Evo.
En sincronía con estos hechos, las movilizaciones antigolpe agarraron mayor fuerza por la iniciativa de Federación de Juntas Vecinales de El Alto (FEJUVE), que daba un plazo de 48 horas para que Camacho dejara sus espacios, mostrando un rechazo a la desestabilización y la violencia perpetrada por grupos armados de corte fascista.
La policía que dio la espalda al presidente Morales, continuaba efectuando motines y reprimiento a los alteños partidarios del MAS. Ante eso, la FEJUVE aseguró que edificarían una Policía Sindical Civil para proteger a los ciudadanos ante las oleadas de violencia dirigidas por los organismos de seguridad.
En cuanto a las Fuerzas Armadas bolivianas, que dan la estocada final a Evo, inician una ola de represión a la población que sale a las calles a denunciar y rechazar el golpe de Estado y la violencia. Los miles de campesinos de El Alto, armados con palos, y llevando la Wiphala, gritaban la consigna «ahora sí, guerra civil».
Las protestas antigolpe han persistido hasta la fecha, a pesar de los ataques de los cuerpos de seguridad en contra de los indígenas, y con los aviones de las Fuerzas Armadas sobrevolando el municipio, replicando el modus operandi de «Goni» en plena «Guerra de Gas».
MANIFESTACIONES DE EL ALTO FRENTE A LA AUTOJURAMENTACIÓN DE ÁÑEZ
Con una Asamblea Legislativa Plurinacional vacía, sin quorum, la senadora opositora, Jeanine Áñez, se autoproclamó Presidenta de Bolivia e hizo uso simbólico de la Biblia en pleno proceso de ruptura del orden constitucional.
Sumado a eso, dirigentes vecinales de la ciudad de El Alto y de las otras provincias anunciaron movilizaciones rumbo a la ciudad de La Paz. En el transcurso del día miércoles, Áñez nombró un nuevo alto mando militar que se juramentó delante de un altar de cruces, en medio de las represión a las protestas en La Paz.
En paralelo, la bancada del MAS intentó ingresar a la Asamblea, pero los policías impidieron el paso, haciendo barreras, usando la fuerza e incluso utilizando agentes químicos. Incluso a la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, del partido MAS, le bloquearon el acceso para evitar que la autoproclamación de Jeanine Áñez perdiera efecto.
La conciente destrucción de la línea de sucesión presidencial que llevó a la autproclamación de Áñez se explica por el contragolpe en El Alto, situación que ha sido reprimida para sostener el golpe y socavar la movilización que, como en 2003, amenaza la cristalización de una nueva ofensiva de las élites.