Emir Sader (Cubadebate, 8-11-22)
La elección de Lula cierra un nuevo periodo de ruptura de la democracia en Brasil, iniciado con el golpe en contra de Dilma, consumado en 2016. Un proceso que ha, también, impedido a Lula ser elegido presidente de Brasil en 2018 (para el cual era favorito para triunfar en primera vuelta).
En lugar de ello, Brasil ha vivido gobiernos de hecho, que han reintroducido el modelo neoliberal, con recesión y desempleo en lo económico, y autoritarismo en lugar de la democracia. Ese periodo se cierra con la derrota de Bolsonaro, que no ha logrado reelegirse.
Brasil ha tenido la más larga dictadura militar en el Cono Sur (de 1964 a 1985, 21 años), después ha tenido gobiernos elegidos democráticamente del 1990 al 2016, 26 años) y, de nuevo, un periodo de ruptura de la democracia (del 2016 al 2022, 6 años). Y un periodo de transición democrática de 5 años, del 1985 al 1990). En total, en 58 años, 27 años de ruptura de la democracia, con 26 de continuidad democrática. Prácticamente mitad del tiempo en democracia, la otra mitad no.
A partir del primero de enero, con la toma de posesión de Lula, Brasil reinicia un nuevo periodo democrático. El discurso de Lula, el domingo por la noche, fue considerado ya una especie de discurso de toma de posesión.
Mientras que Bolsonaro, después de 48 horas de silencio absoluto, como si ya hubiera renunciado al resto de su mandato, ha hecho un pronunciamiento de 2 minutos (sic); en el cual agradeció los votos que ha recibido, ha caracterizado los cortes de ruta como reacción al resultado de las elecciones, pero ha condenado el uso de la vinolencia. Enseguida, reafirmó sus planteamientos ideológicos. Ningún reconocimiento de su derrota, ninguna referencia a Lula.
Enseguida, un ministro suyo afirmó que estaban listos para el procedimiento de transición, que será iniciado el día 3, con la presidenta del PT, Gleisi Hoffman, en representación del “presidente Lula”, según sus propias palabras.
El Judiciario ha considerado esos pronunciamientos como reconocimiento de los resultados electorales e inicio de la transición hacia el nuevo Gobierno.
Lula ha ocupado, desde el domingo por la noche, todos los espacios políticos. Ha recibido saludos de Biden, de Putin, de Macron, Ki Jinping, entre otros mandatarios. Ha almorzado el lunes con Alberto Fernández. Ha sido invitado para ir una reunión global del clima, por el presidente de Egipto, en noviembre.
López Obrador lo ha invitado a un evento internacional en México, también en noviembre. Lula ha sido invitado a llevar su visión del mundo a la próxima Reunión del Foro Económico Mundial, en Davos.
Los dos meses desde la elección hasta su toma de posesión serán ocupados por Lula, ya como presidente elegido. Bolsonaro, después de las 48 horas iniciales de silencio, probablemente desaparecerá de la escena política brasileña.
Partidos que lo apoyaban se acercan a Lula, para negociar condiciones de adhesión al gobierno, lo cual propiciará la mayoría parlamentaria que Lula necesita. El primero ha sido el Centrão. Los principales gobernadores de provincias también han apostado por alianzas con el gobierno de Lula, entre ellos los de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais.
Lula, a su vez, viaja a Bahia, provincia que le la dado el más grande apoyo, así como hará reunión con los gobernadores del nordeste de Brasil, única región en que Lula ha triunfado (con el 70%) de apoyo.
Después de meses de tensión y ansiedad, los brasileños viven tiempos de alivio. Fue un largo año para los brasileños que han vivido entre las amenazas a la democracia y la esperanza de la victoria de Lula. El resultado apretado ha dado lugar a un clima pos-electoral e y a pos-Bolsonaro.
No será fácil explicar para los niños y nietos de los brasileños como Bolsonaro ha llegado a ser presidente de Brasil. Y como, en el enfrentamiento entre Bolsonaro y Lula, este ha triunfado por menos de 2% de votos.
Pero la misma experiencia de la elección de Dilma Rousseff, que ha triunfado también por un pequeño margen, muestra como se vira la página de la elección rápidamente. Ella ha comenzado su Gobierno con el 70% de apoyo. Lula deberá contar con ese mismo tipo de apoyo, conforme los brasileños pasen de las incertezas a un clima de esperanza.
Ya se anuncia que la toma de posesión de Lula será un gran evento, de proyección internacional, que puede llegar a reunir a Biden, Putin y Xi Jinping. Brasil ya vive plenamente el clima de pos-Bolsonaro y una vida política protagonizada plenamente por Lula.