Por: Ángel Moreta (Autor-Editor)
Hemos dicho varias veces con anterioridad que las bandas criminales haitianas son una ficción del Departamento de Estado de Estados Unidos, modeladas y construidas por ese país hegemónico para justificar una intervención militar o administrativa en relación con la República de Haití.
Los satélites occidentales, de carácter mercenario, entre ellos Francia, Canadá y terceros países latinoamericanos y africanos que todos conocemos; coordinan con el Departamento de Estado la intervención militar o administrativa de Haití, proyectando y controlando el dominio, el robo y la extracción de materia prima, la riqueza natural, tierras raras y conducir la población hacia una dictadura militar que estará a cargo de esos países mencionados; y de países centroamericanos, cuyas democracias conservadoras y oligárquicas infectadas de neocolonialismo y arrodillamiento a la potencias imperialistas que acechan los intereses de la República de Haití.
El plan estratégico diabólico de los gobiernos norteamericanos se fundamenta en la aceleración en favor del accionar de pantalla de las bandas criminales de Haití, que no son más que grupos que subsisten solamente en Puerto Príncipe, en donde se nutren de la propaganda y la mentira.
Ese accionar de descamisados descalzos y pobres tiene una expresión social aparentemente fundada en una pseudo actividad militar; y el mundo debe saber que la intervención militar de Haití debe ser desarticulada, destruida y desbaratada por el pueblo de Haití.
Es al pueblo a quien incumbe desbaratar esas bandas con el fin de luchar por la libertad verdadera y la democracia legitima, que se encuentra en uno de los momentos más peligrosos de su vida institucional y democrática.
Silenciada fusión
Lo que venimos diciendo sobre las llamadas bandas criminales se asocia como si fuera la primera etapa de la conspiración; siendo que la segunda es la silenciada fusión, defendida por la oligarquía comercial, con predominio de Estados Unidos, y la tercera etapa viene siendo la desaparición de la vida constitucional de Haití, para convertirlo en un gobierno eternamente canalla o en un protectorado, en todo caso.
Lo que he dicho anteriormente sobre las bandas coincide con grupos armados con armas sofisticadas enviadas por el Departamento de Estado, y cualquier ciudadano sentiría terror de ser secuestrado o asesinado en Puerto Príncipe.
Se trata de armas avanzadas, en manos de grupos insurgentes azuzados por los Estados Unidos, que envía dinero y materiales de apoyo y los mantiene permanentemente vigentes a través de los medios de comunicación de occidente y América Latina, con el fin de producir y causar un accionar que en el fondo es aparentemente “revolucionario”, pero es faccioso y sobrevive en la impunidad con el apoyo de los grupos oligárquicos comerciales de ese país.
Decimos una ficción porque es algo que aparenta un movimiento popular, pero no es más que un adefesio en el cual actúan estos grupos para mantener inseguridad y mal gobierno, para multiplicar el sufrimiento y la inseguridad de los ciudadanos haitianos.
Para mantener una vida domesticada en un ambiente de capitalismo comercial e intercambio con los Estados Unidos y la República Dominicana, un ambiente de pobreza y desamparo, de descampesinización y muerte, pero de eso siempre han vivido en la historia de América y África los Estados Unidos.
