Hedelberto López Blanch (Rebeli162n, 27-10-25)
La obsesión del convicto presidente Donald Trump por volver a imponer la Doctrina Monroe en la América Latina ha llegado al extremo de declarar que si un gobierno legítimamente elegido se opone a sus intereses, se le declarará terrorista o narcotraficante.
La última confrontación de Trump con una nación democrática ocurrió recientemente, después que el presidente colombiano Gustavo Petro ofreció ante la Asamblea General de Naciones Unidas uno de los discursos más valientes al denunciar las arbitrarias y agresivas acciones que cometen Estados Unidos, y su actual presidente, contra numerosos países del mundo.
Petro, entre las falacias que refutó, se refirió a las infundadas acusaciones a Venezuela como un país traficante de drogas y las amenazas militares de Estados Unidos en el Caribe y en específico contra la Revolución Bolivariana.
Y reafirmó «los narcotraficantes viven en Miami, Nueva York, París, Madrid, Dubai. Muchos tienen ojos azules y pelo rubio y no viven en lanchas donde caen los misiles. Los narcotraficantes viven al lado de la casa de Trump en Miami».
Trump primero le retiró la visa al presidente colombiano y ahora canceló la ayuda financiera a Colombia alegando inacción del gobierno en la lucha contra el narcotráfico. Asimismo, con su usual prepotencia, calificó sin pruebas a Petro de «líder del narcotráfico» y dijo que si no cierra los campos de exterminio (drogas), Washington lo hará.
Contra Venezuela, en el afán de apoderarse de sus riquezas naturales como petróleo, gas, oro, coltán y reservas de agua potable, Washington ofreció 50 millones de dólares por la captura del legítimo presidente Nicolás Maduro, quien como su predecesor Hugo Chávez Frías, no ha permitido que la Casa Blanca vuelva a colonizar Caracas como ocurrió en décadas anteriores.
En un movimiento militar sin precedentes, Estados Unidos ha desplegado una fuerza militar en el Caribe con 10 buques de guerra, un submarino nuclear, decenas de aviones, miles de marines y 1.200 misiles para operar cerca de las costas de Venezuela con la vieja excusa de «luchar contra el narcotráfico» y la supuesta droga que entra en Estados Unidos desde esa nación latinoamericana.
De agosto a la fecha, Estados Unidos ha bombardeado siete supuestas embarcaciones de narcotraficantes en el Caribe.
En ninguno de los casos ha presentado pruebas de que las embarcaciones atacadas transportaran drogas ni de que sus tripulantes estuvieran vinculados al narcotráfico pese a que ya ha asesinado a unas 32 personas.
Para Petro, la estrategia de Estados Unidos de juntar «la mal llamada guerra contra las drogas» con «la búsqueda real del petróleo», mediante ataques contra Venezuela, «es un doble fracaso».
Otro de los casos más arbitrarios y extensos por el tiempo es el de Cuba. Washington ha mantenido a la Isla del Caribe bajo un férreo bloqueo económico, comercial y financiero por más de 60 años y además puso al país como patrocinador del terrorismo sin ninguna prueba.
Por el contrario, Cuba ha llevado a más de un centenar de países ayuda solidaria cuando han ocurrido desastres naturales (como ciclones, inundaciones, terremotos) además de enviar a personal de salud experimentado a combatir epidemias como malaria y ébola a diferentes naciones.
Washington no ha podido doblegar al gobierno y pueblo cubanos pese haber lanzado contra la Isla, agresiones, invasiones, atentados y bloqueos. Cuba ha mantenido con estoicidad y sacrificio, desde 1959, su soberanía e independencia y eso les duele a los propulsores de la Doctrina Monroe que intenta imponer nuevamente el derrotero de América para los americanos, o mejor dicho para Estados Unidos.
Son tiempos de unidad en América Latina para luchar contra un régimen antidemocrático establecido en Estados Unidos que intenta nuevamente convertir en neocolonia a toda la región del hemisferio occidental.
Y hay que estar alerta porque un imperio en decadencia es muy peligroso y hará cualquier locura por tratar de preservar un mundo unipolar cada vez más debilitado.
