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El Padre Jesús Hernández Creando en el país la biblioteca filosófica más completa de las Antillas

Escrito por Debate Plural

Angela Peña (Hoy, 2-6-07)

Conoce el caudal de las principales bibliotecas privadas del país. Tiene control de todos los puestos públicos de libros viejos de la República en los que se detiene inmensidad de horas para comparar, revisar, comprar. Entre sus misiones está la del sacerdote, pero también la de seguir convirtiendo la Biblioteca que es su pasión en la más completa de las Antillas.

El padre Jesús Hernández es un bibliófilo consumado que dedica la mayor parte de su tiempo a llenar de libros de todos los géneros y materias la “Biblioteca Antillense Salesiana”, una mina, un tesoro bibliográfico que pocos saben las riquezas que conserva.

Tan especial es su obsesión por enriquecerla que cuando no puede adquirir un original, lo fotocopia. No es exagerado asegurar, en consecuencia, que en aquel santuario del libro no falta nada. Al menos, allí están prácticamente todas las publicaciones dominicanas y las impresas en el extranjero referentes al país.

Lo que al inquieto filósofo, teólogo, catedrático universitario y misionero le interesa es que historiadores, estudiantes, investigadores, científicos, se acerquen a descubrir ese acervo que ha construido sin más ayuda que el reciente apoyo de seis auxiliares y el aporte económico de organismos internacionales que calcula con la meticulosidad de una ama de casa pobre.

“No tengo personal especializado, todo está en fichas hasta el 2000, de ese año en adelante hay casi 20 mil libros en “Prosaid”, explica en un recorrido de horas por todas las dependencias de esa institución de tal riqueza intelectual.

Abre los viejos ficheros de caoba, y no se ruboriza del sistema, aunque ya Indotel le donó 10 computadoras. “Todo el mundo encuentra lo que busca sin necesidad de catalogación, porque tienen un orden alfabético y en cada armario ves la materia que trata, vamos a ver, periodismo”, dice, y enseguida extrae un inesperado volumen de fichas sobre libros y autores de esa área que pocos imaginan tan abundantes: Bienvenido Álvarez Vega, Carlos Acevedo, Carlos Curiel, Aníbal de Castro, Manuel Delmonte Urraca, Juan Bolívar Díaz Santana, Juan Manuel García, Alberto Malagón (varios), Fabio A. Mota, Rafael Núñez Grassals, Manuel Pouerié Cordero, Miguel Reyes Sánchez, Emilio Rodríguez Demorizi, Sebastián Rodríguez Lora, César Romero, José Luis Sáez, Eduardo Santana Sosa, José Rafael Sosa, Wilson Suazo, Rafael Molina Morillo y muchos más.

“Cualquier tema que tú quieras”, repite abriendo y cerrando gavetas que anuncian ejemplares sobre moneda, migración, medicina, economía, artes, política, folklore, historia, religión, arte, historias sociales, lengua española y otros miles de temas.

Una sala es exclusiva de enciclopedias y diccionarios universales y locales, en español e inglés, y varias acogen innumerables tomos filosóficos nacionales e internacionales que son el fuerte de esa Biblioteca única: Aristóteles, Al Farabi, Amor Rubial, Al Thusser, Alberto, Arendt, Ayala, Bacon, Bachelard, Báñez, Avicena, Bergson, Besteiro, Berkeley, Ramón y Cajal, Rosmini, Rorty, Rousseau, Roig, Plutarco, Ortega y Gasset, Chomsky, Cassirer, Darwin, Nietzsche, Mounier, Newman, Emerson, From, Krishnamurti, Frondizi, Martí, Machado, Julián Marías… “Como ves, tengo filosofía española, latinoamericana, romana antigua, oriental, estudios generales de filosofía”, significa mostrando a Voltaire, Unamuno, Tomas de Aquino, Eugenio Trias, Stalin, Edith Stern… e innumerables revistas de filosofía.

Pasa junto a los visitantes por las áreas de Reserva, los depósitos, el Sector Salesiano y llega emocionado al “Sector Dominicano”, mostrando jubiloso obras originales, únicas, algunas son reproducciones. Vetilio Alfau, Avilés Blonda, José Luis Alemán, Andrés Avelino, Almoina, Balaguer, Bosch, Alcántara Almánzar, Jiménez Grullón, Pina, Tejera, Utrera, Veloz Maggiolo, Bernardo Vega, Américo Lugo, Freddy Prestol, Pedro L. Vergés, Federico Llaverías, Larrazábal Blanco, César Herrera, Galván, Fernández Spencer, Manuel del Cabral… Miles de autores criollos.

En cada uno se detiene para contar la historia de cómo adquirió un volumen, cuál es su valor, las utilidades, curiosidades y novedades  inherentes.

Andrés Avelino, figura del pensamiento filosófico dominicano, con varios tomos, “uno por uno, encuadernados, y mira esto: sus apuntes mecanografiados: “El problema antinómico de la trascendencia-Inmanencia”.

-¿Cómo consiguió eso, padre? se le pregunta ante la revelación casi murmurada.  “¡Ay, si tú supieras lo que me cuesta!”, responde.

Agrega que una de sus tareas es hacer traducciones. “Él lo publicó en francés, un alumno trabajaba sobre Avelino, no sabía francés… “, refiere.

El paseo prosigue y el salesiano narra indetenible alguna singularidad del volumen que selecciona de esos estantes repletos de sabiduría de siglos.

Allá están colecciones completas del suplemento Isla Abierta, de los álbumes de Trujillo, revista ¡Ahora!, Anales de la Universidad de Santo Domingo, revista Eme-Eme, Cepae, Estudios Sociales, Rumbo, Cuadernos Dominicanos de Cultura, Ceresd, Revista de las Fuerzas Armadas y álbumes fotográficos e históricos ilustrados. Las colecciones de arte abundan: Raphael, El Greco, Rembrandt, Velásquez, Goya, El Bosco, Jaime Colson, Vida Musical Dominicana (“del que me falta un tomo”) entre otros.

Como quien oculta una joya preciosa, va a un sitio reservado y con un ejemplar entre sus manos colocadas detrás manifiesta: “Ya quisieras tú tener este tesoro, míralos”.  Son los Cuadernos Dominicanos de Cultura originales.

Al esfuerzo de buscar fondos económicos y bibliográficos, el padre Jesús Hernández añade el físico, mueve escaleras, baja, sube para alcanzar tramos con la agilidad de un joven atleta.

Perfil

El padre Jesús nació en España, Devanos, provincia de Soria, Castilla La Vieja, el 27 de mayo de 1929, hijo de Amós Hernández y Julia Martínez. De ocho hermanos, cuatro son religiosos, tres monjas, una misionera en Mozambique, otra pertenece al Consejo General de los Salesianos y la tercera dirige un colegio en Aragón. El padre fue ordenado en 1957. Lleva medio siglo de sacerdocio.

La Biblioteca se formó en Aibonito, Puerto Rico, en 1961, con dos baúles de libros que pudieron sacar los componentes del Estudiantado Filosófico Salesiano, procedentes de Arroyo Naranjo, Cuba, y que en 12 años lograron tener una biblioteca espléndida, con edificio particular, estanterías sólidas y 15 mil volúmenes. Se bautizó como Biblioteca Antillensis Salesiana “porque los estudiantes eran de las cuatro Antillas Mayores: cubanos, haitianos, dominicanos y puertorriqueños”.

En 1984 la Biblioteca se trasladó íntegramente a Santo Domingo, al Instituto Técnico Salesiano (Itesa), de la calle Galván, residencia del Posnoviciado. Ahí se abrió a los alumnos del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, donde el padre Jesús es profesor, y se dio inicio a la catalogación de autores y materias dominicanos. El trabajo produjo 30 mil títulos nuevos. “¡Algo increíble! ¿Cómo fue posible, sin contar con un presupuesto y sin ninguna aportación fija? La única respuesta es: Dios nos traía los libros y nosotros los recibíamos agradecidos con el compromiso de darles buen uso”, relata Hernández.

Hoy la Biblioteca Antillense Salesiana está en San Juan Bosco. “Me tocó montar las estanterías y comprar otras nuevas, abrir los centenares de cajas de cartón que contenían los libros e ir organizando su topografía”, manifiesta.

Las secretarias de Educación y Cultura favorecen el trabajo, en la actualidad.

Este 2007, la BAS cumple 50 años de existencia desde su fundación en Arroyo Naranjo, en La Habana, Cuba, treinta de ellos bajo la responsabilidad del padre Jesús.

Algunos intelectuales, historiadores, investigadores, conocen su existencia pero no divulgan el secreto, tal vez para tener la exclusividad de ese patrimonio donde todo lo que se busca, aparece, aunque sea con la promesa de un mañana.

El ex presidente Joaquín Balaguer vivía deslumbrado con las rarezas que dos colaboradores le encontraban en la Antillense, como la “Historia de la Novela”, de Menéndez Pelayo, que no encontraban en ningún país.

Esta casa del conocimiento está abierta a todo público, incluidos estudiantes a los que sólo se pone como condición no entrar con las mochilas.

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