Milagros German (D. Libre, 4-2-17)
Parecería que la furia del tsunami Odebrecht empieza a calmarse en República Dominicana cuando en los países desde donde se gestó este magnicidio, y a los que tocó y devastó, se siguen recibiendo noticias profundamente inquietantes.
Funcionarios presos, lobbistas presos, políticos presos, publicistas presos, esposas de publicistas presas, cuentas millonarias congeladas y múltiples transacciones siendo diseccionadas y observadas con lupa en los estamentos independientes de otros países, desde donde va a salir la luz de una verdad que no vamos a poder tapar ni con los 10 dedos de las dos manos.
Este entramado mafioso se formó en la mente de un habilidoso y más que ambicioso heredero, que fue tejiendo una red tan larga como intrincadamente y meticulosamente elaborada, en la que quedaron atrapadas las ansias de lucrar de desaprensivos buscadores de fortuna, vestidos de servidores públicos.
Cúpulas políticas y empresariales, en perfecta armonía, se sirvieron con la cuchara grande de la corrupción y sucumbieron a las veleidades del poder que da el dinero. Los llamados a dirigir y a decidir por la mayoría se corrompieron como el hierro al que estremece el óxido y terminaron devorados por él.
Las últimas declaraciones exponen, no sólo la forma burda en que compraron conciencias y aprobaciones, presupuestos y sobrevaluaciones, sino que con ese mismo y dañado dinero invirtieron, como en bolsa de valores, en poner y quitar presidentes a disposición de los intereses del cemento. Una vulgar apuesta en la que no previeron que jugaban con la inteligencia y la dignidad de un pueblo despierto frente a la prepotencia y la subestimación.
De comprobarse que la abrumadora y costosa campaña que llevó al presidente Medina al poder se hizo con fondos de estas transacciones delictivas, de dinero mal habido y corrompido, tendríamos que convenir en la ilegitimidad de este gobierno.
Estamos en un momento serio, delicado y decisivo. Este puede ser el vértice desde donde debemos definir de una vez por todas nuestro rumbo. O encaramos con todas sus consecuencias el desorden establecido desde las más altas esferas del poder y hacemos la limpieza que requiere el sistema, o seguimos como si no fuera nuestro el futuro y el país que habremos de heredar, destruido, a nuestras futuras generaciones.
Todo se ha dicho sobre Odebrecht
Leopoldo Franco ( D. Libre, 4-2-17)
Cuando se me instala el gusanillo de escribir una de mis cuartillas ello se convierte en algo compulsivo, descontrolado, sin importar la trascendencia o la nimiedad de que se trata, generalmente apalancado en alguna situación que me llama la atención o en alguna novedad inusitada y, lamentablemente, lo hago como una especie de desahogo, como una manera de tomar aire para nuevos impulsos y, honestamente, lo hago sin pensar mucho en los efectos que pueda tener esa irrefrenable compulsión en mi potencial lector.
Quizás mis inquietudes escudriñadoras o la curiosidad de la ignorancia me han llevado en veces a escribir cosas que no debí escribir pero ya está, a lo hecho pecho… y mientras tanto disfruté en ver en aquellos momentos como el teclado de mi ordenador se me adelantaba, como se movía con cierta alegre complicidad, quizás hasta con el mismo entusiasmo con que intento siempre acometer cualquier iniciativa; total, con los años transcurridos juntos ya somos compañeros fieles que hasta nos adivinamos recíprocamente las intenciones. ¡Cuando quiero escribir una mayúscula la tecla de “Mayus” se me adelanta y se hunde, así es nuestra sintonía!
Habiendo intentado explicar esa productiva complicidad que produce tanta satisfacción como lo es la intención de comunicarnos responsablemente por escrito, paso a plantearme ciertos aspectos de lo que está hoy relacionado a un apellido exótico y que parece venderse muy bien en los medios , mas no allí en donde debiera ser, en los poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial y ese nombre es ODEBRECHT.
Ya no hay más nada que evidenciar inútilmente a esos poderes las vías para inculpar los inculpables para percatarse de que en la República Dominicana las trapacerías de algunos funcionarios y esta firma constructora podrían quedar totalmente impunes como quedaron en el pasado, por la vía judicial acomodada a esos propósitos, los casos escandalosos de la mal llamada Oficina Ingenieros Supervisores Obras del Estado -OISOE-
Esta vez mi teclado y yo hemos acordado abreviar al máximo para que la nauseabunda pudrición del tema no nos vaya a servir de vomitivo ya que todo lo que estaba por decir ha sido dicho y de todo lo que se debía haber hecho no se ha hecho nada.
Desde luego, ¿todo este rodeo para no decir nada?
La historia se repite, una y otra vez, incesantemente, obsesivamente: se comete la fechoría, se sabe quiénes son los responsables, se les protege desde las esferas del poder y, por una vía u otra, acaban por burlar al país, estrujándole los ojos con sal y limón, para eso, para que pique. Y aquí no pasó nada. La osadía no tiene límites. El imperio del tigueraje.
¿Es que Odebrecht hace contratos según sus indiscutidas propuestas sin que nadie con su asesoría los analice ni les dé estricto seguimiento en los reportes de avances de obra (cubicaciones)? ¿No se han contratado firmas para tales fines? ¿Estaban nuevamente pintadas en la pared?
Lo que está sucediendo es ahora, en nuestros días, no en el siglo diecinueve donde ya la prescripción sería evidente. Si es verdad que hay gobierno, llegó la hora de actuar, con mano firme, ejemplar. De otro modo se estaría insinuando explícitamente que se pase a la vía de hechos por un camino que no se sabe donde nos puede llevar.
Todo se ha dicho.
