Mu-Kien Adriana Sang (El Caribe, 30-12-16)
Islas sobre islas. Islas del canto
Islas. Canto del mar sobre las islas.
Y mis ojos que bogan
Por los bordes humeantes de las hierbas.
Caribe de la asfixia, tu pasado perdido,
Tu habla y tu pulmón… Nancy Morejón
Todo el mundo me hablaba de que además de ir a la Vieja Habana, debíamos visitar la zona de El Vedado, llamado así porque era una zona prohibida para los pobres durante la colonia española. Tomamos un taxi y nos dirigimos allí. ¡Qué desilusión tan grande! La zona tuvo su época de grandeza, hoy no son más que edificaciones de los años 50 que no han tenido mantenimiento en mucho tiempo. Caminamos por muchas calles. Era lo mismo. Vimos el lugar de la “Televisión Cubana”, los ministerios del Gobierno. En fin, un grupo de edificios faltos de pintura y mantenimiento.
Después de tener más de dos horas caminando, divisamos un grupo de taxis amarillos nuevos y le dije a Rafael: “Ahí debe haber algo, pues hay una larga fila de taxis esperando”. En efecto, era el cabaret “París”. El movimiento era incesante. Frente al lugar nos encontramos con varios restaurantes, pero estaban cerrados por la hora. Cansada de caminar le dije a Rafael que tomáramos un taxi. ¡Y lo hicimos! ¡Era un coco taxi! El joven motociclista nos preguntó adónde queríamos ir. Nuestra respuesta fue simple: “Queremos conocer la ciudad”. Nos respondió: ¿Quieren un city tour? Le dijimos que sí.
Y así, montados en aquella motoneta iniciamos nuestro periplo por La Habana desconocida. Nos explicó sobre la zona de El Vedado. Después fuimos a la Universidad de La Habana, entidad formada en el año 1902, y quizás la más prestigiosa e importante de Cuba. Nos mostró la famosa escalinata, símbolo de la redención de Martí y posteriormente de la Revolución Cubana.
Acto seguido seguimos el trayecto y llegamos hasta la Plaza de la Revolución. Ahí nos detuvimos. Vi el monumento símbolo, el lugar donde Fidel ofrecía sus kilométricos discursos. Frente al monumento hay una inmensa e imponente estatua de José Martí. La plaza es inmensa. En uno de los costados hay una inmensa foto de Fidel bajando de Sierra Maestra. Un homenaje a su partida. Un símbolo de dolor por su partida, según me explicó el improvisado guía. En el otro extremo de la plaza, y frente al monumento de la Revolución aparece una figura en pintura y en hierro de Camilo Cienfuegos con su famosa frase: “Vas bien Fidel”. Al lado en ese mismo extremo, pero en el edificio contiguo, una escultura-pintura con la misma técnica del Che Guevara con su famosa frase: “Hasta la victoria siempre”. El lugar estaba lleno de turistas, que como yo, tomaban fotos de la zona. Los vehículos remozados de los años 50 estaban parqueados esperando a los visitantes. Unos autobuses turísticos encendidos estaban a la espera de sus usuarios. Nos dijeron que en esa plaza se hizo el concierto por la paz en el que asistieron más de un millón de cubanos. Cantaron, entre otros, Olga Tañón, Rhiana y Beyonce. Nos mostraron después el lugar donde se hospedaron. Un hotel hermoso y remozado costosísimo. La noche cuesta casi mil dólares.
Después pasamos por el cementerio. Dicen los cubanos que es el tercero en el mundo por su dimensión. La verdad es que es inmenso. No quisimos entrar. Nos conformamos con ver la majestuosa puerta de entrada.
Pasamos luego por un bosque húmedo (algo muy malo para mis pulmones y mi asma). Solo estuvimos un poco, pero la verdad que el paisaje es precioso. Seguimos caminando por la ciudad y nos llevaron al parque de John Lennon. Hay una estatua del autor-cantante sentado en un banco con una inscripción de su hermosa canción Imagine. Me tomé una foto. No podía dejar pasar por alto que después de muchos años Fidel haya reconocido su error al prohibir las canciones de Los Beatles.
La siguiente parada fue la Casa de la Amistad, un centro cultural, que fue construido por la primera pareja de divorciados que pudieron casarse en Cuba. Dos aristócratas que lograron sortear el estigma social. Y para enfrentar a la sociedad de la época construyeron una mansión llena de lujos.
El camino-paseo nos llevó por el Barrio Chino de Cuba. Pudimos ver la puerta que anuncia la entrada al lugar. Los chinos de La Habana, la comunidad más importante en el Caribe, salieron desperdigados después de la revolución debido a la prohibición de la propiedad privada. Quedaron muy pocos. Hoy solo queda el recuerdo y la historia de los miles de chinos que llegaron como culíes a esta tierra que los acogió y después expulsó. Nuestro trayecto terminó en un restaurante destinado a turistas ($$$), para degustar de un buen almuerzo. Nuestra llegada no era fortuita. Por cada turista que lleva el chofer le otorgan el almuerzo de su familia.
En la noche, volvimos a la Vieja Habana. Nos convencimos de que es mucho más interesante y atractiva. Llegamos hasta a Plaza Vieja y recorrimos las callejuelas. Una de ellas nos llevó al Café Habana que me habían recomendado mucho. Visitamos el Hostal los Frailes. Un lugar interesante, un poco lúgubre para mi gusto que tiene interesantes esculturas en hojalata. Cansados ya, fuimos a cenar algo.
En la caminata comprobamos que a pesar del “luto” que todavía el domingo 4 era oficial y no podía venderse alcohol, la mayoría de los lugares servían bebidas alcoholizadas. No sentí que la gente del pueblo expresara el dolor, como presentaron las cadenas televisivas internacionales. Al contrario, la opinión de la gente con que hablábamos era que Cuba se dirigía, poco a poco, pero con pasos firmes hacia la sociedad de mercado, hacia la sociedad capitalista que tanto habían combatido.
A partir del lunes 5 comenzaban ya mis compromisos oficiales y laborales. Me encontraría con la Academia Cubana de la Historia, y luego participaría en el seminario. Esa sería otra perspectiva de Cuba y La Habana. La parte intelectual, racional, nunca la del pueblo llano, que vive día a día la necesidad de ganar dinero.
Nuestra percepción es que La Habana está muy costosa. Los precios son calculados en euros, no en dólares. Una comida sencilla puede costarte más caro que en Europa. El dinero que llevamos se fue en transporte y alimentación. Me sorprendió mucho el costo de los servicios.
El personal que labora dista mucho de estar a la altura de los servicios turísticos de primer nivel. Una conclusión a la que llegamos es que en Cuba no puede uno andar con prisa. Las cosas se hacen a su tiempo, el de ellos, no el nuestro, no el mío, por supuesto.