Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 3-8-18)
Esa casa habitada antes por mis tíos y luego, asombrosamente, por Antonio, doble eslabón en mis vocaciones, ahora nueva y la misma en mi tiempo poético , pero con una fusión sorprendentemente imaginaria que me gustaría comparar, se debe haber transformado, de modo fantástico, por los numerosos cambios de su mobiliario, y por las vivencias de quienes “han sido ahora sus inquilinos”; habrá resistido biografías desconocidas, placeres y gustos de otro tipo; quizás algún anciano también compartiría las viejas voces de añejas serenatas. En verdad nunca me atreví a conocer los transitorios ocupantes que restaron como futuros buscadores de tesoros ajenos, mineros del espíritu, coleccionistas de un pasado siempre fragmentario, manoseadores de efemérides; pero los recuerdos ajenos no se heredan, los dejamos escritos a medias sabiendo que nos contradiremos un día, la contradicción del artista que nunca considera terminada su obra.
Sépase que soy amante de tangos como Casas Viejas y que me duele en los huesos su derrumbe, su destrucción: Pero el remedo de doña Carmen, la madre de Antonio, tejiendo en su mecedora serrana, y el anterior de mi tía Enriqueta Maggiolo, en mis años de la infancia, obsequiándome una selección de Simbad el Marino, y el libro Corazón, se funden con el de Antonio años más tarde obsequiándome la Paideia de Werner Jaeger, un excepcional estudio de la cultura griega, como si aquellos fueran todos, junto al Mantilla de gratos recuerdos, los primeros libros de una escuela que continuaba y continuaría.
Mis primas, su piano, Alicia y Gilda Cruzado Maggiolo, sus guitarras y sus voces a dúo, llenaron de canciones mi corazón, canciones que se repiten en mi mente como un concierto en el cual la voz de tío Américo ensaya sus viejas dotes de Trovador famoso en su juventud, admirador y hasta sucesor de Guti Cárdenas, cuyas canciones eran sus preferidas. “Murió de pronto mi flor querida, y en el sendero perdí la calma, y desde entonces quedó mi vida, sin una estrella, sin una palma” (Guti). Canciones que ayudé a recoger con una semblanza de Américo Cruzado, (Miquico) con el título “Perfiles del Recuerdo”, homenaje de todos a la dulzura de su voz, y que la crisis de las grabaciones obliga cada vez más a regrabar para evitar la desaparición de estas y otras joyas musicales en crisis.
Cuando en los mismos meses de la guerra de abril, y justamente diez años después de habernos despedido de nuestros primeros amores, a Norma , la novia de mi infancia, desde otro balcón de la misma calle, Arzobispo Nouel, en otra vivienda de mis tíos, bajo el disparo de fusiles procedentes de las torres de Molinos Dominicanos, volví a verla, e iba fugazmente trepada en un jeep revolucionario, y creo ahora que nuestros saludos lanzados a distancia dieron en el blanco y crecieron en nuestros corazones hasta estallar años después uniendo, como la otra vivienda de la calle Arzobispo Nouel, dos pasados, en tiempos diferentes, pero anunciados como parte de una pulpa vital que demostraba como el pasado se las ingenia para lograr sus objetivos.