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La administración Trump e Irán (y 2)

Escrito por Debate Plural

Thierry Meyssan (RedVoltaire, 21-8-18)

 

James Jeffrey es un «diplomático» de carrera. Se encargó de la aplicación de los acuerdos de Dayton en Bosnia-Herzegovina. Estaba en Kuwait en el momento de la invasión iraquí. En 2004 supervisó –bajo las órdenes de John Negroponte– la transición entre la Autoridad Provisional de la coalición en Irak (que en realidad era una empresa privada y el gobierno iraquí instaurado después del derrocamiento de Saddam Hussein. Luego entró en el equipo de Condoleezza Rice en Washington y participó en el ya mencionado Grupo para la Política y Operaciones en Irán y Siria. Fue uno de los teóricos del redespliegue militar estadounidense en Irak (The Surge), de cuya aplicación se encargó el general Petraeus. James Jeffrey trabajó también como adjunto del consejero de seguridad nacional en la administración de Bush hijo, Stephen Hadley, durante la guerra en Georgia y fue embajador en Turquía, también durante la administración de Bush Jr., y en Irak, bajo la administración Obama.

Si se analiza con un poco de atención, puede verse que, desde la disolución de la URSS, toda la carrera de James Jeffrey se ha desarrollado alrededor de Irán, pero no necesariamente contra el gobierno iraní. Por ejemplo, Irán participó en la guerra de Bosnia-Herzegovina, junto a Arabia Saudita y bajo las órdenes de Estados Unidos. Sin embargo, en Irak, Jeffrey se opuso a la influencia de Teherán. Pero cuando Georgia atacó Osetia del Sur y Abjasia, Jeffrey no defendió al presidente georgiano Saakachvili, quien había alquilado a Israel dos aeropuertos para que Tel Aviv pudiera atacar Irán desde Georgia.

Mike Pompeo nombró a Brian Hook a la cabeza del Grupo de Acción para Irán. Brian Hook es un intervencionista que fue asistente de Condoleezza Rice, a cargo de las organizaciones internacionales. Hasta ahora se ocupaba de elaborar las estrategias del Departamento de Estado.

Según Pompeo, el objetivo del nuevo Grupo de Acción para Irán no es cambiar el régimen sino obligar Irán a cambiar de política. Esa estrategia aparece en momentos en que la República Islámica atraviesa una importante crisis económica y política. Mientras la clase clerical –doblemente representada por el presidente-jeque Hassan Rohani y el ayatola Alí Khamenei como Guía de la Revolución– se aferra al poder, las manifestaciones populares contra esa clase sacuden el país. Al contrario de la imagen existente en Occidente, la revolución del imam Khomeiny no era clerical sino antiimperialista. Las protestas pueden por tanto llevar tanto a un cambio de régimen como a la continuación de la Revolución khomeinista… pero sin la clase clerical. Esa es la segunda opción, representada por el ex presidente Mahmud Ahmadineyad –actualmente bajo detención domiciliaria– y su ex vicepresidente Baghaie –condenado a 15 años de cárcel y mantenido bajo régimen de incomunicación.

El 21 de mayo pasado, Mike Pompeo presentaba ante la Heritage Foundation sus 12 objetivos para Irán. A primera vista, era una larga lista de exigencias imposibles de aceptar. Sin embargo, vistos más detenidamente, los puntos del 1 al 3, sobre el tema nuclear, van menos lejos que el JCPOA. El punto 4, sobre los misiles balísticos, es inaceptable, y los puntos del 5 al 12 apuntan a convencer a Irán de que renuncie a exportar su revolución por el camino de las armas.

El 15 de agosto, o sea la víspera del anuncio de Pompeo, el Guía de la Revolución, ayatola Alí Khamenei, reconoció haberse equivocado cuando autorizó el equipo del jeque Rohani a negociar el JCPOA con la administración Obama. Es importante precisar que, cuando el Guía autorizó esas negociaciones, Rohani ni siquiera había sido electo presidente y que su elección –así como la exclusión de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo candidato fue excluido del proceso electoral– fue parte de la negociación con los estadounidenses.

El ex presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ve una diferencia entre las políticas de la administración Obama y la del presidente Trump, escribió a este último cuando resultó electo. En su carta Ahmadineyad mostraba que compartía el análisis de Donald Trump sobre el sistema de globalización del dúo Obama-Clinton y su certeza de que tendría graves consecuencias tanto para el mundo como para el pueblo estadounidense.

Cuando comenzaron las manifestaciones en Irán, en diciembre de 2017, el gobierno de Rohani acusó a Ahmadineyad de ser el responsable de las protestas. En marzo de 2018, Ahmadineyad consumó su ruptura con el Guía al revelar que la oficina del ayatola Khamenei había desviado 80 000 millones de rials de instituciones caritativas y religiosas. Dos semanas antes del anuncio de Pompeo, Ahmadineyad, a pesar de hallarse bajo detención domiciliaria, llamó al presidente Rohani a dimitir.

Todo hace pensar que, si la administración Obama apoyaba a Rohani, la administración Trump respalda a los partidarios de Ahmadineyad. Algo parecido ya sucedió antes cuando el presidente Carter y su consejero de seguridad nacional Brzeziński emprendían la «Operación Eagle Claw» contra la Revolución iraní mientras que Ronald Reagan se asociaba al imam Khomeiny en la llamada «Sorpresa de Octubre» (October surprise).

En otras palabras, la Casa Blanca pudiera conformarse con un regreso al poder de los partidarios de Ahmadineyad, a condición de que se comprometan a que la exportación de la Revolución continúe solamente a través del debate de ideas.

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