Por: Ángel Moreta (Autor-Editor)
La fusión República Dominicana-Haití, representa una pérdida de soberanía, primero de la República Dominicana y después de la República de Haití. Nuestro país perdería su soberanía porque debería compartir el gobierno nacional con las oligarquías conservadoras de Haití, lo cual representa brutalmente una pérdida de la autodeterminación de los pueblos.
Implica que los oligarcas conservadores y las elites económicas de la parte occidental, tendrían que mudarse a Santo Domingo para compartir el poder con la elite conservadora dominicana. También que la elite dominicana tendría que mudarse a Puerto Príncipe. Además tendrían ambos que vivir aquí y allá, allá y acá; tendrían que compartir el idioma y la cultura, algo muy difícil desde el punto de vista sociológico y económico.
Esa situación de compartir dos culturas y dos naciones, dos economías y dos sociedades, constituye una verdadera contradicción, que no se resuelve con buenas intenciones, sino con hechos concretos.
El territorio de la República Dominicana en general, está poblado de ciudadanos haitianos, que viven, sobreviven, trabajan y envían dinero a sus familiares, pero trabajan, no en la actividad cañera, sino en todas las actividades económicas del país, pero lo contrario no puede suceder, por lo que venimos diciendo, es decir, una pérdida de soberanía y poder político. Los haitianos no van a aceptar la pérdida de soberanía.

La revolución haitiana
La revolución haitiana representó la primera revolución antiesclavista del continente, en 1803, con la participación de Toussaint Louverture, Jacques Dessalines, Petione, Boyer y otros generales del primer ejército nacional en la región del Caribe. Fue la primera revolución emancipadora, que combatió contra el colonialismo francés y destruyó las tropas napoleónicas, fue la primera revolución enemiga de occidente, de Francia, Inglaterra y Estados Unidos en su momento.
La revolución haitiana a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, marcó la existencia de dos mundos: el mundo occidental (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) y el mundo oriental, constituido por países del mundo eslavo, de los chinos, del pacifico sur y de China Occidental.
Esa característica marca una profundidad histórica, al igual que el mundo occidental marca toda una tradición cultural, económica y social en Europa y centro Europa.
Juan Bosch caracterizó muy bien el hecho histórico de la revolución haitiana. Dice que fue la primera antiesclavista, anticolonialista y no occidental. Fue una revolución muy profunda hasta el punto en que hasta hoy el pueblo haitiano está conformado por una cosmogonía religiosa y una mentalidad de campesinos pequeños productores que recogen y reúnen características culturales, del lenguaje y de las culturas africanas, lo cual no ocurre en República Dominicana, donde los pensadores oligarcas, como Peña Batlle y Joaquín Balaguer, vieron más bien la catolicidad y la hispanidad como características propias del pueblo dominicano, lo cual no quiere decir que sea totalmente verdad o totalmente mentira, pero hay mucha tinta al respecto.

Obviamente, hasta el día de hoy predominan en ambos pueblos esas diferencias y características, lo cual constituye una verdad absoluta, pues así ha sido en la formación del pueblo haitiano y en la formación del pueblo dominicano.
Son dos poblaciones criollas típicamente de herencia hispana y africana y de herencia diversa, mezclada con elementos económicos, culturales y sociales africanos y españoles. Porque no cabe dudas de una participación de la hispanidad y de una participación de la catolicidad en la formación del pueblo dominicano.
Por otro lado, cabe señalar que el pueblo dominicano es consciente de su formación hispánica y católica; y que no aceptaría bajo ninguna circunstancia, por más superficial que pareciere, la fusión entre ambos pueblos. El pueblo dominicano es sabedor de que no hay lugar para perder su soberanía porque lo impongan los Estados Unidos, que es el país cuya elite militarista defiende y propagandiza esa fusión.
Los pueblos son sabios, por más bobos que parezcan. Aceptamos la amistad de los haitianos, pero no somos tan tontos como para perder esa soberanía que defendió Juan Pablo Duarte y el grupo de ideólogos que lo acompañaban. Entonces son también inaceptables e inadmisibles los argumentos publicitarios de Estados Unidos en torno al problema de la fusión, como para aceptarlos.

La migración de haitianos hacia República Dominicana
Actualmente el territorio nacional sufre de arriba a abajo y de derecha a izquierda, durante los últimos cuatro años, la presencia de miles y miles de ciudadanos haitianos que entran ilegalmente a la República Dominicana.
Todo el mundo pregunta cómo es posible esa presencia tan desenfrenada. Es una presencia ilegal, violatoria de la Constitución y de la ley especial de migración y sus reglamentos.
Están en todas las actividades económicas del país. Y la cosa es tan frenética, que cabe pensar, en que ha habido un pacto secreto de Estados Unidos, con nuestras autoridades. Y que lo que ha habido y está habiendo es una situación en que las autoridades nacionales permiten que entren todos los ciudadanos que puedan, como una forma de amortiguamiento de las condiciones oprobiosas de la República de Haití, según los intereses norteamericanos.
Aun mas, el que propaga constantemente la idea y la realidad de fusión entre ambos pueblos son Estados Unidos. Una nación con una elite hipócrita, una especie de oligarquía conservadora, pero con la idea de que ellos lo pueden todo, sin recibir el rechazo más rotundo por esta situación.
Estados Unidos no solo es responsable de esta migración, sino también responsable por haberle impuesto a las autoridades dominicanas esta política de libertad migratoria para todos los ciudadanos haitianos. Aun mas, el pueblo dominicano sabe que Estados Unidos busca la fusión para amortiguar el sufrimiento económico de los ciudadanos haitianos.
Esta es una posición ventajista que procura favorecerse ellos y que se joda todo el mundo, todo en nombre de la democracia norteamericana, que consiste en el modelo neoliberal en el cual participan dos partidos de la misma doctrina y descaradamente de los mismos principios, los cuales tienden a imponer esa democracia en detrimento de la República Dominicana.
Esta idea de la migración como libertad legitima, la desarrollaremos en los próximos artículos.