Por: Ángel Moreta (Autor-Editor)
La intervención militar de los Estados Unidos a través de países caribeños y africanos pro imperialistas, se podrá convertir en breve en una triste realidad. Pero no deja de ser una posibilidad concreta en vista de los movimientos y maniobras que se realizan en la República Dominicana.
800 nuevos agentes militares son enviados a la frontera; los ex presidentes se reúnen con el ciudadano presidente Abinader en el Ministerio de Defensa; se producen varias visitas del presidente de Kenia y rangos militares elevados de Kenia a la República Dominicana; se producen visitas de representantes de gobiernos africanos, entre ellos Islas Bahamas. De igual modo, se producen otros hechos que indican movimientos preparatorios que se realizan en la República Dominicana con respecto a la situación haitiana.
Los gobiernos norteamericanos han fraguado planes geoestratégicos desde el golpe contra Aristide, primero; y segundo, mediante y a través del asesinato de Moise, en 2022.

Y utilizando como parte de esa geoestrategia, tenemos un silencio absoluto y un “dejar hacer” y un “dejar pasar”, actitud que está en concordancia con las políticas al respecto de Haití a través de los satélites Francia y Canadá.
Ese silencio sistemático llevado a cabo por el país imperialista por excelencia, ha perseguido instaurar en la nación haitiana la ideología de la existencia de un Estado fallido (un Estado sin presente ni futuro ni arreglo posible), y la necesidad de la revolución a través de un Estado subordinado y arrodillado, en el centro de alianzas oligárquicas entre los gobiernos norteamericanos y países satélites occidentales.
Un frente oligárquico-militar se ha forjado en Haití con las bandas criminales mercenarias presionando y haciendo el papel de hombres organizados para la rebelión popular.
Pero si miramos bien la realidad de ese país vecino, nos encontramos que detrás de esa realidad aparente se encuentra la mano sangrienta y asesina del Departamento de Estado hilvanando una situación para la producción de un golpe de Estado contra el pueblo de la República de Haití, y con los favores de las oligarquías comerciales de Haití.

¿Hasta dónde resulta posible utilizar las tácticas de guerra que operaron en Siria y Libia? ¿Hasta dónde es posible que los gobiernos norteamericanos utilicen la experiencia de esos países, muy bien guardada en la memoria de EU?
En parte también las experiencias producidas en Irak y que permitieron liquidar vergonzosamente al presidente Sadam Hussein, ahorcado en la plaza pública, despreciando su gallardía y arrojando al zafacón su discurso rebelde de última hora, guardado en internet, discurso protestante contra el lazo y la soga de la oprobiosa ejecución de una condena sucia y energúmena.
Las bandas mercenarias pagadas por el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado de los gobiernos de Estados Unidos, con el fin de mantener un estado de terror y desasosiego en Puerto Príncipe, es una de las grandes traiciones de los demócratas de los gobiernos norteamericanos.
La mayor traición de los gobiernos demócratas contra el pueblo haitiano son las operaciones militares vandálicas producidas por los descalzos y descamisados que integran dichas bandas mercenarias.

Fíjense bien que todavía no sabemos contra quien luchan las bandas mercenarias y por qué luchan las famosas bandas, grupos de siniestros sin causa que generan operaciones militares malditas de falsa bandera, pagadas por los gobiernos norteamericanos para que produzcan el caos y las intrigas más delincuenciales en Puerto Príncipe.
Involucran cada vez más al presidente Abinader como si fuera el coordinador de países, entre ellos la República Dominicana; para coordinar una intervención militar de ese país, de ese pueblo, y explotar los recursos minerales, la riqueza natural de Haití y de todos los recursos naturales posibles.
Al gobierno dominicano, dijimos, lo quieren involucrar, como coordinador de la intervención militar de Haití, entre varios gobiernos con la mano sangrienta y siniestramente oculta de los Estados Unidos. Son del tipo de operaciones secretas que siempre realiza el Pentágono y el Departamento de Estado en todos los países del mundo, en África, en Asia y en América Latina y el Caribe.