Reality Show o ficción del día de la Independencia en US

Asaltar es un oficio ilustre donde hay que mostrar las armas alquiladas, salvar al homicida de rasguños, matarlo de muerte natural, liberarlo con ráfagas de amor que bendigan al criminal.

Ya no se sabe quién es el culpable ni a dónde va a parar el pan de los hambrientos, decir que los tramposos son buenos o que los homicidas son amables y jurar devoción por los huérfanos de piedad, y los que beben a discreción el vino de las iglesias. Hay que salvar a como de lugar a los desertores de la arrogancia, hay que premiar a los ladrones de pelucas blancas, a los que te dejan sin leche a las dos de la tarde, a los que venden trenzas por centavos y a los que ya han prometido nuestros ojos a mejores cuerpos.

Hay un rostro que sueña con nuestros espejuelos negros o con un órgano por cobrar, lástima que todo ya sea un Reality Show: Los liberados del sistema habitan en el remanso de la anticultura o en el palacio donde todo se hace a discreción: miseria centralizada, votos comprados, partidos vendidos, lideres desaparecidos y perfumados en su nueva aparición. El lujo de los ladrones emerge como heroísmo.

Existen pero no representan a nadie. Hay una crisis de dirección, de putrefacción feliz, perdón, de ética sabrosa de alquilar para morder con pasión la basura del rompeolas. Nado todo el día en busca de mis lollipos.

Lamentablemente desde aquí o desde allá no nos interesa el país sino la servidumbre de las entelequias en las cuales se apoyan los antiguos revolucionarios, incluyendo el ejército de liberales y conservadores de una patria en vía de extinción y también en vía de patalear para desmentir la cobardía. Me gustaría estar en la última lista.

La verdad ha desaparecido de los tribunales y éstos desaparecieron  de la vida civilizada. El individuo no existe. Solo nos queda el ejercicio de las efemérides y los días feriados para prometer cómo liberar la oligarquía de su empeño por desterrarnos de la miel de los arrecifes.

Si ostentamos un terruño, este debe haberse hundido en el mar, hace mucho tiempo. Nuestras remesas no logran hacerlo flotar y nuestros pensamientos menos. La timidez es una enfermedad moderna. Hablan sordos o gritan mudos.

Los ciegos son más peligrosos. Pueden ocultar unos lentes. Quizás no hablan porque la vista enmudece a los que cuidan la piel. Nos convertimos en paralíticos para alimentar a los de a pie. Seguimos exportando la miseria más talentosa del paraíso. La cultura en Nueva York se ha ido quedando sin fondos propios. O nunca los tuvo. Dependemos de la caridad pública. Un amigo me preguntó si poseía 28 millones de dólares para financiar un antroperdición, una banca, otra Casa Verde o Rosada. Espera- le dije-. Uno de mis libros pronto será un bestseller.

Puedes tomarlos prestado. Todavía me estoy riendo de lo rico que soy. Somos una cultura sin mecenas. Solo el beisbol vende o la política del nuevo humanismo de la desnudez. La humillación no ha llegado al fondo. Se juega a la hambruna o a un cierre de las redes sin aspavientos. Los tiburones  transportan el suero celosamente.

Hay que tener paciencia. Esta remesa circular se puede morder la cola en cualquier momento. Para qué sirve pensar? Somos unos tontos útiles. La historia se sigue escribiendo al revés. Nada cambia, a no ser la porquerización de la vida ciudadana.

Creo que algo cambia cuando las dudas iluminan esta vagancia reflexiva. Hay que vigilar el pesimismo de esta poesía momentánea que el Bronx lanza desde una azotea iluminada por los helicópteros del día de la independencia. Realmente existe ese día o el vagabundo que nos sirve para estirar las piernas y morder una costilla dulce y seductora?

Acerca del Autor

Tomás Modesto Galán

Escritor dominicano que reside en Nueva York desde 1986. Fue profesor en la UASD antes del 86. Enseña en York College (recinto de Cuny, desde mediados de los 90). Gano el premio de poesía Letras de Ultramar 2014 con su obra poética: Amor en bicicleta y otros poemas.También obtuvo el premio Poeta del año 2015, otorgado por el América 's Poetry Festival de Nueva York. Es el autor de la novela Los Cuentos de Mount Hope, publicada en el 1995. Presidente de la Asociación de Escritores Dominicanos en Los Estados Unidos, (ASEDEU)

1 Comentario

  • Me encanta el escrito contestatario en lenguaje poético con que el amigo Tomás Galán describe una cruel realidad mundial. Felicitaciones a Tomás Galán!

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