Ignazio Aiestaran (Rebelion, 20-6-18)
La mujer sometida al hombre se convierte en «objeto de lucro», el cuerpo de la mujer se convierte en «objeto de tráfico» con el dinero del hombre. Más claro imposible. Por tanto, es incomprensible que Silvia Federici silencie estos pasajes e ideas. Solamente se entiende porque Federici quiere presentar un muñeco de paja, intentando reducir a Marx a una caricatura. Una vez convertido en caricatura, viene el siguiente paso, reprochar a Marx que su teoría es androcéntrica: «Marx examina la acumulación primitiva desde el punto de vista del proletariado asalariado de sexo masculino y el desarrollo de la producción de mercancías» (Silvia Federici, CB, p. 23). Esta es una afirmación arbitraria carente de verdad.
Además de todo esto, encontramos una llamativa diferencia entre Marx y Federici en torno al capital y a la acumulación primitiva. Desde el mismo inicio de Calibán y la bruja Federici anuncia que ella usará la «acumulación primitiva» que Marx describe en el primer tomo de El capital (ver CB, pp. 22-23 y 88 y siguientes). Por medio de ese concepto quiere analizar las condiciones constitutivas que posibilitaron la sociedad capitalista, pero Federici no emplea todo El capital, porque no entra en la teoría sobre el valor de las mercancías. Esto le lleva a decir lo siguiente:
«Si bien Marx era agudamente consciente del carácter criminal del desarrollo capitalista —su historia, declaró, “está escrita en los anales de la humanidad con letras de fuego y sangre”— no cabe duda de que lo consideraba como un paso necesario en el proceso de liberación humana. Creía que acababa con la propiedad en pequeña escala e incrementaba (hasta un grado no alcanzado por ningún otro sistema económico) la capacidad productiva del trabajo, creando las condiciones materiales para liberar a la humanidad de la escasez y la necesidad. También suponía que la violencia que había presidido las primeras fases de la expansión capitalista retrocedería con la maduración de las relaciones capitalistas; a partir de ese momento la explotación y el disciplinamiento del trabajo serían logrados fundamentalmente a través del funcionamiento de las leyes económicas. En esto estaba profundamente equivocado » (Silvia Federici, CB, pp. 23-24).
Esto no es verdad. Ahí Federici entremezcla burguesía y capitalismo sin mucho sentido. Marx era de la opinión de que la burguesía era una clase revolucionaria, tal y como se puede ver en el Manifiesto comunista. De hecho, la burguesía revolucionó y eliminó el viejo orden feudal, y así se puede leer en su famoso manifiesto, pero eso no quiere decir que tan pronto como madurase con el capitalismo la violencia extendida en las primeras fases fuese a desaparecer. Una cosa es el carácter revolucionario de la burguesía y otra muy distinta la emancipación del proletariado frente a la burguesía en la sociedad capitalista. Como ya se ha dejado aclarado en el inicio de este artículo, desde que escribió El capital fue evidente que en el mercado capitalista de mercancías ni hubo, ni hay lugar para la emancipación de la clase trabajadora. El intento desarrollado en El capital es dejar al descubierto la violencia de las mercancías en el orden capitalista, desenmascarar el fetichismo de la mercancía. El objetivo no era aceptar el disciplinamiento de las leyes económicas del capital, sino justo lo contrario: poner patas arriba y revolucionar la ciencia económica capitalista y su ideología. El objetivo de El capital, tal y como se afirma en su subtítulo, fue la «crítica de la economía política». Cualquiera que haya puesto al descubierto el valor económico en el intercambio de mercancías sabe esto. Sin embargo, Federici fuerza tanto su argumento que al final parece que Marx fuera capitalista. He aquí otra formulación del argumento de Federici:
«No podemos, entonces, identificar acumulación capitalista con liberación del trabajador, mujer u hombre, como muchos marxistas (entre otros) han hecho, o ver la llegada del capitalismo como un momento de progreso histórico» (Silvia Federici, CB, p. 90).
Así se pierde la teoría del valor analizada y descrita por Marx. El Marx de Federici es un Marx desfigurado y sin valor. Desde el punto de vista de la historia y de la metodología del capitalismo el análisis de Federici presenta así una carencia que no ha suplido. Eso le lleva a desfigurar a Marx. A la hora de trabajar la acumulación primitiva, aunque el fin de Federici se dirige a analizar la colonización, el expolio de tierras al campesinado y la persecución de las brujas, por el camino ha perdido el valor desde la óptica marxista de El capital. Se ha quedado a mitad de camino. Por eso Federici se dedica tanto a describir la desaparición de los comunales. Sin embargo, el cercamiento y la desaparición de los comunales no son todo el análisis frente a la explotación del capital (hay que recordar otra vez lo que se ha dicho al respecto en la primera sección de este artículo). La desaparición de los comunales solo es un tipo de acumulación por desposesión. Eso no explica toda la dinámica del valor económico bajo el capitalismo. Karl Marx lo vio perfectamente. De joven publicó un artículo en la gaceta Rheinische Zeitung en torno a los debates sobre la ley del robo de leña, donde denunció la situación del campesinado. Después de que las propiedades comunales hubieran pasado a ser propiedades privadas, en una época de miseria, el campesinado seguía recogiendo leña en lo que antaño fueron campos y bosques comunales, siguiendo la costumbre habitual. En aquella publicación Marx escribió contra la ley que castigaba tales prácticas.
Por tanto, Marx sabía muy bien qué conllevaban la desaparición de los comunales y su privatización, pero no se quedó en ello. Dio un paso más en el análisis de la acumulación capitalista, hasta dejar al descubierto el procedimiento del valor en el intercambio de mercancías. Así llegó a escribir El capital. En el ataque al capitalismo Silvia Federici y Karl Marx son dos estrategias de dirección contrapuesta. Federici no ha tenido en cuenta la importancia del valor (económico) en la acumulación originaria capitalista y ha optado por quedarse en la explotación y desaparición de los bienes comunales. Marx empezó su investigación con la desaparición de los comunales y llegó a dejar al desnudo y a explicar el valor del capital que se produce mediante el intercambio de mercancías. Son dos direcciones diferentes.
No me voy a alargar más en esta sección. Solo añadiré un par de apuntes. En relación a la desaparición y privatización de los comunales, el trabajo de Federici ha sido muy bueno y perspicaz, y su investigación en torno a las brujas ha sido excelente y muy útil, pero su fundamento económico presenta unas cuantas carencias. Por poner un caso, cuando en Calibán y la bruja dice lo siguiente: “en el nuevo régimen capitalista las mujeres mismas se convirtieron en bienes comunes” (CB, p. 148). No estoy seguro de que en esa frase haya aplicado adecuadamente la categoría en torno a los comunales o bienes comunes, pues el circuito entre la propiedad privada y el cercamiento de los bienes comunales o comunes no supone en realidad la conversión en un bien común o comunal, sino lo contrario: su privatización o marginación.
Asimismo, en el artículo ‘Notes on Gender in Marx’s Capital’ (‘Notas sobre género en El capital de Marx’), publicado en 2017 en la revista Continental Thought & Theory (en castellano está traducido con pocas modificaciones en el capítulo ‘El capital y el género’ del libro de Silvia Federici: El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, Traficantes de Sueños, Madrid, 2018; en adelante este libro será PS), en ese artículo, digo, tenemos otra muestra de que Federici no ha profundizado en la teoría marxista del valor, por ejemplo cuando pone en el mismo nivel a Alfred Marshall y Karl Marx (PS, p. 56) o cuando en una nota del mismo artículo menciona a Piero Sraffa (la nota no aparece en la versión en castellano; sí, en cambio, en la versión original en inglés). A este lo cita para decir lo siguiente: «Los trabajadores –imagina Marx– gastan el salario en comprar los productos que cubren sus necesidades vitales, y al consumirlos se reproducen a sí mismos» (PS, 57). Karl Marx nunca dijo semejante cosa . Solo es un trabalenguas sin sentido, mezclando el consumo de mercancías con el valor de las mismas. Lo que Federici tiene en su cabeza para decir algo semejante es el libro de Sraffa titulado Production of Commodities by Means of Commodities (Producción de mercancías por medio de mercancías), pero mal asimilado. En esto también la teoría económica de Federici sigue sin liberarse todavía del marco neoclásico o neoricardiano y sigue sin comprender el cambio marxista frente a esas corrientes.
3- Prostitución, lumpen y la Comuna de París
Con la intención de desfigurar y deslucir la propuesta de Karl Marx, Silvia Federici manipula con frecuencia citas históricas. Con esta finalidad toma como excusa la «prostitución». Como, por ejemplo, al decir esto sobre Marx:
«De este modo se niega la condición de trabajadora de la prostituta y se la relega a ejemplo de la degradación de las mujeres, perteneciente al “sedimento más bajo de la población excedente”, ese lumpemproletariado”» (PS, p. 57; ver también PS, p. 89).
Con la intención de sostener esto, Federici menciona El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte de Marx. Analicemos, sin embargo, qué dice ahí Marx de verdad. En el último capítulo de esa obra, cuando Marx recuerda la prostitución, lo hace desde un contexto concreto y un sentido preciso. Bajo el código de Napoleón III dominaron los impuestos, los embargos, las subastas y las ejecuciones forzosas y grandes masas de habitantes se quedaron en la más pura miseria. En ese grupo de pobres, según las cifras oficiales, se encontraban cuatro millones de habitantes, incluidos «niños» nos dice Karl Marx: cuatro millones de indigentes, prostitutas, mendigos y delincuentes sin recursos, y otros cinco millones –campesinos y campesinas en su mayoría– al borde del abismo. Por tanto, la prostitución no era un trabajo corriente, sino una de la mayores explotaciones, el medio al que recurrían las mujeres que estaban en la miseria (y leyendo el texto de Marx, seguramente los «niños» o las niñas también entraban dentro de esta modalidad de explotación). Y así es como trata Marx esta cuestión. Por lo demás, él criticó con firmeza la explotación de la prostitución. Recordemos qué decía en El manifiesto comunista al respecto:
«¿En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. La familia, plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública.
[…]
Nuestros burgueses, no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y las hijas de sus obreros, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer singular en seducirse mutuamente las esposas» (tomo la versión del Manifiesto comunista de Karl Marx, Antología, Siglo XXI, Buenos Aires, 2015, pp. 131-132).
Y en sus manuscritos sobre economía y filosofía, en concreto en el tercer manuscrito, dentro de la sección “Propiedad privada y comunismo”, se encuentran las siguientes palabras:
«La prostitución es solo una expresión especial de la general prostitución del trabajador, y como la prostitución es una relación en la que no solo entra el prostituido, sino también el prostituyente –cuya ignominia es aún mayor–, también el capitalista entra en esa categoría » (Karl Marx, Manuscritos: economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1980, p. 145).